COORDENADAS POLÍTICAS
MACARIO LOZANO R.
MADURO, ORTEGA Y DILMA, ERRORES QUE NO
DEBE REPETIR EL PRESIDENTE LÓPEZ OBRADOR
En los últimos años la ultraderecha, con casos extremos de verdadero fascismo, tuvo un vertiginoso ascenso en muchas regiones del mundo. Sus expresiones más cavernarias avanzaron en España, Italia, Francia, Alemania, Finlandia, Suecia, Hungría y Austria, donde gobierna el Partido de la Libertad, inspirado en los nazis.
Donald Trump, que no el Partido Republicano, es en los Estados Unidos el más acabado ejemplo del fascismo arribado al poder, con la desventaja para nosotros los mexicanos de tenerlo como mandatario en un país con el cual tenemos cerca de tres mil 200 kilómetros de frontera y su país representar el 80 por ciento de nuestro comercio internacional.
América Latina no es la excepción a este resurgimiento de la ultraderecha y su crecimiento que le permitió instalarse en Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Perú, Paraguay, inclusive en Centroamérica: Hondura, El Salvador y Guatemala, cuyos gobiernos aplican políticas neoliberales desde antes de la llegada de Trump, y ahora se sienten respaldados por éste.
En este escenario geopolítico, más de 30 millones de votantes mexicanos decidieron por un proyecto ajeno y hasta contrario a la ultraderecha y el neoliberalismo, generador del empobrecimiento de cerca de 50 millones de personas, y 80 millones ubicados por debajo de la línea de bienestar, y del enriquecimiento de no más de una veintena de familias.
El nuevo gobierno comenzó en medio de un claro intento de la plutocracia de debilitarlo y enajenarle el amplio respaldo social, para lo cual utiliza sus grandes medios informativos de cobertura nacional y a sus periodistas más conocidos, aunque con escasa credibilidad. Tratan de someterlo a la conveniencia de sus intereses.
El entorno continental no es favorable a un gobierno progresista, independiente, empeñado en servirle preferentemente a los grupos marginados de los beneficios del crecimiento económico nacional, fruto del esfuerzo de todos los mexicanos y decidido a terminar y castigar la corrupción y la inseguridad pública, cuyo origen está en esa corrupción de quienes tienen la obligación de combatir a la delincuencia, pero lejos de eso, la protegen.
No obstante, cualquier análisis del avance de la ultraderecha sería parcial si no toma en cuenta los factores que hicieron posible este fenómeno, pues en la casi totalidad de los casos de América Latina graves errores de los gobiernos de izquierda o progresistas facilitaron el crecimiento y fortalecimiento de los ultraconservadores.
Los casos paradigmáticos son los de Nicolás Maduro, en Venezuela; y de Daniel Ortega, en Nicaragua, los cuales deben ser estudiados por el presidente Andrés Manuel López Obrador, para no incurrir en sus graves errores, aprovechados por la ultraderecha para distanciarlos de sus bases de apoyo; sobre todo, en el caso del exguerrillero. El de Dilma Rousseff, en Brasil, tiene otros componentes, pero también las fallas cometidas y la combinación de unos poderes Legislativo y judicial gansters, la plutocracia y sus medios informativos facciosos, posibilitaron el arribo de Bolsonaro.
Maduro despilfarró ríos de dinero proveniente de las exportaciones petroleras, sin sentar las bases para un desarrollo económico sostenible, y Ortega favoreció a la oligarquía y al clero, traicionando a sus bases. Cuando ya no tuvo qué darles, lo abandonaron desprestigiado y debilitado. Ahora reprime a la prensa. Esos son ejemplos que pueden ser útiles a AMLO.