
*Coinciden académica de UAEM y el CIDE sobre factores que dañan a las mujeres.
La pobreza y desigualdad social generan vulnerabilidad de las mujeres ante la violencia de género, sostuvo América Luna Martínez, académica de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).
“Las mujeres y niñas son las más afectadas en este escenario de agravios, porque padecen exclusión laboral y académica, son sometidas a esclavitud laboral, explotación sexual y trata de personas, las formas más agraviantes y condenables”, abundó la docente de la Máxima Casa de Estudios mexiquense.
Sobre el mismo tema, un estudio del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) alertó sobre las graves y multiplicadoras consecuencias adversas para las adolescentes embarazadas.
Cuando esto ocurre casi siempre significa la cancelación de las posibilidades de continuar sus estudios, lo cual se combina con la falta de capacitación y destreza para incursionar en el mercado laboral, por lo que quedan en desventaja en la lucha por obtener empleo. El resultado final es la exclusión del universo laboral y de la superación personal mediante la adquisición de conocimientos.
Por su parte, María Viridiana Sosa Márquez, también de la UAEM, destacó que la desigualdad de género se expresa hasta en los roles de los hombres y mujeres en los campos laborales y domésticos, pues la creciente incorporación de la mujer al mercado del trabajo no tiene correspondencia con la participación de los hombres en las tareas domésticas, donde un alto porcentaje de féminas desarrolla actividades sin remuneración alguna.
Luna Martínez advirtió que los delitos más graves cometidos contra mujeres y niñas en especial, como la trata de personas y la explotación sexual corren por cuenta de organizaciones criminales especializadas en este tipo de agravios.
La investigación del Centro de Investigación y Docencia Económica pone énfasis en las condiciones de extrema vulnerabilidad en que se colocan las adolescentes cuando se embarazan; sobre todo, si pertenecen a familias de bajos ingresos.
Sin oportunidades de obtener un empleo bien remunerado y mucho menos para estudiar y alcanzar una formación profesional, a la edad en que deben ser objeto de cuidado y protección, son ellas quienes deben cuidar a un bebé y, en ocasiones, a algún otro familiar.
Recluidas en el hogar, y cuidando personas, las adolescentes con hijos padecen esta modalidad de violencia de género, que las excluye de su plena realización académica y laboral, por las enormes desventajas que su condición les representa.
Llegan a laborar en el hogar sin remuneración hasta 70 por ciento más tiempo que el dedicado por las mujeres al estudio o el que pasan en los centros laborales quienes tienen un empleo en la economía formal, destacó el CIDE.
El trabajo infantil, y más el de las niñas, está prohibido por la legislación laboral mexicana, pero se lleva a cabo tanto fuera como en el interior del hogar, incluso sin paga de por medio, según la institución académica, lo cual constituye violación a sus derechos como menores, sin consecuencia legal alguna para los responsables.