SÓLO POR MEZQUINDAD PUEDEN ALEGRAR LOS PROBLEMAS POLÍTICOS DEL MANDATARIO MEXIQUENSE
En una descripción, más que análisis político, uno de los lúcidos colaboradores de este semanario comentó la difícil situación política del gobernador Alfredo del Mazo Maza, quien a 16 meses de asumir el puesto no ha podido adquirir un fuerte liderazgo institucional, social y partidista en el Estado.
En teoría, el mandatario mexiquense representa el principal activo de su partido, el PRI, por gobernar al Estado de mayor peso demográfico del país y por no abundar los liderazgos eficaces en esa organización política, antes casi única y monopolizadora de la presidencia de la República, gubernaturas, Congreso de la Unión, legislaturas locales y de los ayuntamientos de las capitales de los estados y principales municipios.
En julio del año pasado el tricolor no sólo perdió el Poder Ejecutivo Federal y todas las posiciones enumeradas, sino que para el gobernador mexiquense los resultados comiciales representaron la pérdida de su principal respaldo político: el de su familiar, el presidente Enrique Peña Nieto, fuera del cargo y tenido por los priistas como un pasivo.
La misma victoria apretada sobre Delfina Gómez en la elección de gobernador diluyó o dificultó en extremo la construcción de un fuerte liderazgo al interior del PRI nacional y estatal, a lo cual se agregó un mal equipo de colaboradores, con dos o tres buenos secretarios, cuyo número no permite elevar el nivel promedio de desempeño de las secretarías, considerado bajo a pesar de haber ejercido ya 400 mil millones de pesos.
Otros factores adversos se combinaron como esa especie de zona de desastre en que su antecesor Eruviel Ávila Villegas le dejó convertido al Estado de México; el inmenso poder político concentrado por Luís Videgaray Caso, quien de facto se convirtió en una especie de virrey de la entidad mexiquense, con la agravante de haber protegido por encima de todo al exmandatario ahora senador.
La mezcla de esas circunstancias le impidieron a del Mazo Maza informarle a los mexiquenses con detalle los numerosos y graves problemas heredados, comenzando por el de la ineptitud y corrupción, ventilados sólo hasta ahora por la mayoría legislativa de Morena y sus aliados, no por el gobernador, quien a los ojos de la población aparece como encubridor de Ávila Villegas, lo cual no le permite construir un liderazgo social.
El resultado de todo ello es la debilidad política del gobernador mexiquense, lo cual no es para alegrar, pues la solución a los problemas del Estado y el mejoramiento de los niveles de bienestar de la población exige un descomunal esfuerzo de autoridades y sociedad, encabezados por un mandatario fuerte, eficaz, con ascendencia sobre sus gobernados, de grandes resultados y con un ejercicio del presupuesto oportuno, eficaz, honestos, transparente y verdadera rendición de cuentas.
La falta de liderazgo institucional, político, social y partidista es inconveniente para los intereses de los mexiquenses, porque no permite o dificulta la solución de los problemas de las comunidades, por lo que sólo por mezquindad puede producir alegría.