Por demás lamentable la tragedia de Tlalhuelilpan, Hidalgo, en donde una explosión ocurrida en el preciso momento en que cientos de personas recogían gasolina derramada por la perforación de un ducto ocasionó 66 muertos y 76 quemados, no pocos con lesiones que abarcan al 90 por ciento de sus cuerpos y las cuales los colocan en alto riesgo de morir.
No obstante, no puede dejar de señalarse la alta dosis de imprudencia de quienes ya han sido alertados por las altas autoridades del país sobre los riesgos que corren al acudir a las fugas de combustibles para recolectarlo.
Esta ruptura del ducto de Pemex Tuxpan-Tula fue intencional y parte de los actos de sabotaje a la lucha contra el robo de gasolinas, conocido popularmente como “huachicol”, lo cual prueba la presencia de grupos criminales capaces de todo con tal de que el gobierno federal les permita seguir robando gasolinas de la tubería de conducción de combustible y en el interior de las refinerías.

Los “huachicoleros”, debe reconocerlo la autoridad federal, han construido en las comunidades aledañas a los ductos una base social, que los encubre en sus actividades criminales, por ello no será fácil erradicarlos en forma definitiva. También en el norte de Toluca, capital del Estado de México se ha identificado este fenómeno de base social.