Al finalizar la fecha quinta del torneo de clausura 2019 del futbol mexicano de primera división, tres técnicos fueron cesados en la clásica situación de que la cuerda se rompe por lo más delgadito. Por malos resultados de sus equipos quedaron desempleados Pako Ayestarán, de Pachuca; David Patiño, de Pumas; y Enrique “ojitos” Meza, del Puebla.

Es cíclica esta situación, porque los dueños y altos directivos de los clubes no pagan las consecuencias de los desordenes en los equipos, ni siquiera de las malas contrataciones que hacen, siempre, en lugar de indagar por qué sus clubes funcionan mal y buscarle solución, optan por correr a los entrenadores.
Éstos, algunas veces se equivocan al aplicar estrategia y táctica, pero si no disponen de buenos jugadores deseosos de rendir al máximo, no pueden hacer milagro. Y menos si además de la escasa jerarquía de sus futbolistas, son indolentes, apáticos, y peor aún, si los directivos introducen el desorden administrativo e incurren en actos de corrupción al comprar jugadores mediocres, porque se quedan con una parte de la alta suma pagada.