*Dentro de su encarcelamiento, el juicio le permitió ver y escuchar personas.

En el proceso penal contra Raúl Salinas de Gortari por la ejecución del exgobernador guerrerense, José Francisco Ruiz Massieu, su excuñado y padre de Claudia Ruiz, el acusado alargaba horas y horas las audiencias judiciales, ante la desesperación de los reporteros que cubrían el caso.
Durante el desahogo de los elementos de prueba, sus abogados interponían recursos permitidos por la legislación penal -una especie de diligencia dentro de la diligencia principal- para, de esta forma, pasar mucho tiempo adicional frente al juez, el ministerio público, los testigos y los periodistas que cubrían el caso.
Esta táctica dilatoria también incomodaba al impartidor de justicia. Y un día le comentó a los reporteros lo que pasaba con Salinas de Gortari: “lo hace para salir del aislamiento, ver personas, incluso a los testigos de cargo, porque eso le hace bien a su ánimo. Y si por el fuera, pediría audiencias diarias y de 20 horas, para tener compañía”, explicó.
Eso mismo le ocurrió a Joaquín “El chapo” Guzmán en el proceso penal (juicio les dicen en Estados Unidos) que enfrenta en Nueva York, ya a la espera de sentencia. Las audiencias lo sacaron del aislamiento y marginación de la luz y aire limpio.
En las audiencias tenía también oportunidad de ver a su esposa Emma Coronel y a sus hijas gemelas, aunque no pudiera hablar con ellas. Eso se acabó, y tal vez la última vez que lo vean en la vida sea el día en que le dicten sentencia condenatoria, probablemente de cadena perpetua, lo cual ocurrirá entre el 23 y 25 de junio de este año.
Al rendir su veredicto de culpabilidad, el jurado el presunto jefe del “Cartel de Sinaloa” volvió a su celda, donde vive solitario, sin ver, ni comunicarse con nadie: extrañará las audiencias. Éstas le representaban un alivio a las condiciones extremas de su reclusión. Cuando lo condenen padecerá más rigurosas incomodidades.
Guzmán Loera está preocupado por su futuro legal, pero también extrañará las horas y horas en que estuvo en la sala de audiencia en compañía de jueces, fiscales, defensores testigos de cargo, periodistas y hasta curiosos.
Una vez recluido en su cárcel definitiva, se pondrá fin a una carrera delictiva que comenzó en La Tuna, comunidad del municipio de Badiraguato, Sinaloa, y la cual con evidente exageración lo llevó a ser considerado el narcotraficante más rico y poderoso del mundo, con peligrosos aliados y enemigos, dos encarcelamientos y dos fugas de penales a prueba de evasión, reprobados en ambas ocasiones.
El jurado consideró que la fiscalía estadounidense acreditó los 10 cargos formulados contra Guzmán Loera: participación en una empresa criminal continua, con fines de narcotráfico, conspiración internacional para la fabricación y distribución de cocaína, conspiración para importar cocaína, conspiración para distribuir cocaína, lavado de dinero, uso de arma de fuego y cuatro cargos más por distribución internacional de cocaína. Algunos periodistas que cubrieron el juicio consideran repetidos los delitos, pero el jurado dio por acreditados a todos.