En medio de tantos “aviadores”, chambistas, oportunistas y arribistas indignos, alientan los ejemplos luminosos de intelectuales de verdad como Miguel León Portilla y Francisco Toledo. El primero, lamentablemente ahora muy enfermo, buscaba qué hacer socialmente útil con los ingresos que le sobraban y consideraba injustos ante tantos mexicanos desvalidos, porque su alta jerarquía como científico social lo había conducido, en el transcurso de su novena década a recibir ingresos de la Academia Mexicana de la Lengua, del Colegio Nacional y como investigador de la UNAM.
Francisco Toledo, el extraordinario artista plástico oaxaqueño, a su vez, rechazó recibir su suculenta beca como creador emérito que le otorgó la Secretaría de Cultura. Gestionó su cancelación, pero le dijeron que eso no se podía hacer y debía recibir el importe de la beca de por vida.
Para evitar que le entregaran esos fondos, canceló su cuenta de banco, pero después los funcionarios de la citada Secretaría le pidieron que no fuera malo, y recibiera el dinero y lo dedicara a fomentar actividades culturales. Lo convencieron y ahora dedica su beca, y pone algo de su bolsa, para un concurso de creación literaria en lenguas originarias. Ambos casos motivan la fe y confianza en la valía del ser humano.
