COORDENADAS POLÍTICAS
MACARIO LOZANO R.
ACIERTA AMLO EN TEMA DE CONSUMO DE DROGAS; SU
ANÁLISIS, INCOMPLETO: OMITE FACTOR POBREZA-DROGA
Nadie mejor informado de las condiciones generales del país que un presidente de la República en cada época, salvo cuando lo engañan sus colaboradores y lo aíslan y no le permite conocer la realidad, ni el contacto con la población, ni con sus amigos verdaderos, ajenos al círculo de sus funcionarios.
En estas circunstancias, el presidente Andrés Manuel López Obrador da muestra de tener conocimiento del problema de las adicciones a las drogas en México, y su expansión. Lo ubica como el principal factor del aumento de los delitos, la inseguridad y el grado de violencia hasta la deshumanización por parte de las bandas criminales.
Le asiste la razón al mandatario, pero su información adolece de una omisión en el estudio del fenómeno, porque no toma en cuenta la mezcla de jóvenes pobres, adictos a las drogas y su falta de ingresos lícitos para comprarlas. El consumo de drogas en todo el mundo es un problema de salud, pero cuando las víctimas no disponen de dinero para satisfacer su vicio son capaces de delinquir. Y entonces el asunto se convierte también en tema de inseguridad pública y riesgo para la paz social.
Ese aumento en el consumo de drogas es la explicación al incremento de la población juvenil sin ingresos, dedicada a delinquir. Los malhechores muertos o presos y sus victimarios, igualmente jóvenes, por lo general padecen adicciones y tienen como denominador común ser pobres. Y no cometen delitos para alimentar a su familia, y mucho menos para hacer ricos, sino para adquirir y consumir drogas, con lo cual al problema de salud agregan el aumento de la inseguridad pública y alto índice delictivo.
Los adictos ricos, de cualquier edad, no necesitan matar, asaltar, robar y mucho menos incorporarse a las células criminales, porque tienen ingresos para financiar sus adicciones a las sustancias tóxicas prohibidas. No tienen necesidad de operar como “halcones”, sicarios, cobradores de derecho de piso, ni participar en secuestros, o cuando menos, no por la urgencia de obtener el efectivo, porque lo tienen.
Esta realidad, de la cual especialistas han opinado en este semanario desde hace años, no figura en el debate nacional sobre las drogas y la inseguridad pública. El propio presidente López Obrador no plantea el problema en estos términos. Habla de la pobreza como factor determinante en la decisión de los jóvenes de convertirse en delincuentes, sin hablar de la inducción de los mismos a la criminalidad por la necesidad de conseguir dinero para comprar los estupefacientes.
En las páginas de “El Espectador” se han recogido opiniones de expertos en el tema, quienes han sostenido que los jóvenes pobres primero adquieren adiciones a las drogas y después son fácilmente reclutados por las células de la delincuencia, precisamente por no tener ingresos y su urgencia de contar con recursos para solventar su vició.
Sin desmenuzar y examinar a fondo la combinación de los dos factores el análisis queda cojo, incompleto y puede dar lugar a malas interpretaciones, como esa de que la drogadicción está vinculada a la pobreza, o puede arraigar la creencia de que los jóvenes pobres son propensos a la violencia nada más por esa su condición, cuando no es así. Para entender el problema es necesario examinar la ecuación jóvenes pobres-adicciones.