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El Campo Mexicano es Productivo, Pero No Beneficia a los Campesinos

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HAY PRODUCTIVIDAD RURAL,
PERO NO BENEFICIA AL CAMPO
EL ESFUERZO DEL CAMPO BENEFICIA A INTERMEDIARIOS

El discurso neoliberal descalificó al campo bajo el argumento de su improductividad e incapacidad de ofertar productos a precios más baratos que los extranjeros. Esa línea argumentativa tuvo como finalidad justificar el abandono institucional a las actividades productivas de los medianos y pequeños agricultores y ganaderos.
Las grandes corporaciones, la casi totalidad de capital extranjero, sí, fueron apoyadas con grandes transferencia de fondos públicos y con la flexibilización de las normas para procesar alimentos, lo cual no se hizo en favor de los productores mexicanos, aportadores de la mayor parte del volumen de la producción nacional.
En forma deliberada dejaron fuera del debate la importancia estratégica que tiene para un país la autosuficiencia alimentaria y los riesgos de la dependencia en la materia, en un mundo en el cual la venta de alimentos puede ser utilizada por países productores como instrumento de chantaje para lograr la sumisión de los gobiernos.
Ni por equivocación se pensó en la autosuficiencia alimentaria o en la reducción significativa de la dependencia como asunto de seguridad nacional, como indiscutiblemente lo es, pues “nada afecta tanto esa seguridad y la soberanía de un país soberano como la satisfacción del hambre y nutrición de su pueblo con la producción de alimentos de otro país”, como lo advirtió un asesor de agricultores mexiquenses.
Y si no se respaldó a los agricultores y ganaderos medianos y pequeños para producir, menos se hizo para apoyar la comercialización de sus productos. Ya ni se diga para incorporarle valor a los alimentos. Se les dejó en manos de intermediarios, acaparadores y otros agentes involucrados en la cadena distributiva.
Debe decirse: se trata de una actividad lícita, pero eso no le quita su característica de saqueo a la productividad del campo, por los bajos precios que pagan, lo cual, junto con el abandono oficial a los productores explican el empobrecieron de las familias rurales y las grandes fortunas acumuladas por acaparadores e intermediarios.
El campo no es improductivo, como lo dijeron los neoliberales, pero su productividad no se traduce en bienestar y progreso para las familias rurales, sino para quienes compran barato cuanto producen los agricultores y ganaderos y lo venden después muy caro a los consumidores. Explotan y empobrecen a los campesinos y también a los consumidores en las ciudades. Y a éstos últimos, sobre todo, con los alimentos procesados.
La intermediación es indispensable en la cadena distributiva, pero no puede consentirse la explotación despiadada de los campesinos, quienes trabajan entre 4 y 5 meses para obtener sus cosechas y sólo reciben -cuando bien las va- el 20 por ciento del costo al cual adquieren los alimentos las zonas urbanas.
Los acaparadores de las centrales de abasto ganan en uno, dos o tres días no menos del 50 por ciento sobre su inversión, porque así de enorme es su margen de utilidad, lo cual exige moderarse para que el beneficio a los campesinos sea mayor y se convierta en la elevación de sus condiciones de vida. El nuevo gobierno debe corregir la injusticia con apoyo a la comercialización de la producción rural y para producir y elevar la productividad; pero sobre todo, para reducir la dependencia alimentaria.

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