*El antes partido casi único perdió cerca de 9.9 millones de votos en 6 años.
GABRIEL L. VILLALTA/MACARIO LOZANO
En medio de la peor crisis de su historia, con dirigentes de escasa, casi nula influencia sobre sus bases y, peor aún, entre la sociedad, el PRI cumplió el 4 de este mes 90 años de existencia.
Hace 30 años esa organización política era casi única en el país. Gobernaba todos los estados de la República y la ahora Ciudad de México, entonces Departamento del Distrito Federal, cuyas autoridades eran nombradas directamente y subordinadas del presidente de la República, sin representantes populares.

Cuatro meses después de ese marzo de 1989, con Luís Donaldo Colosio Murrieta como su presidente, el tricolor sufrió su primera derrota en una elección de gobernador o, al menos, fue el primer fracaso reconocido oficialmente en contiendas de esta jerarquía.
Ahora tiene sólo 12 autoridades estatales. En conjunto gobiernan a 44 millones 335 mil habitantes, apenas poco más del 30 por ciento de los 125 millones de mexicanos, según un análisis de “El Espectador” a la información estadística de la proyección demográfica para este año del Consejo Nacional de la Población (CONAPO).
En julio de 1989 el PRI perdió Baja California, frente al PAN, en una gran sorpresa. Después se difundió las causas de ese primer fracaso en una entidad federativa: el pacto del presidente Carlos Salinas de Gortari con una parte de la cúpula panista, en la llamada “concertacesión”, a cambio del reconocimiento de los panistas a su triunfo considerado producto de un descomunal fraude.
Cuando el PRI cumplió 60 años, esa derrota en Baja California constituyó una noticia y el panista triunfador, Ernesto Ruffo Appel, se convirtió en figura política nacional. Ahora los fracasos del priismo en las urnas en elecciones de gobernadores son tomados como cosa normal y las sorpresas son más bien cuando gana.
En algo parecido a la canción de los perritos, cuyo número fue disminuyendo hasta no quedar ni uno sólo, desde 1989 fueron cayendo los gobiernos estatales del PRI. Así llegó el año 2000, cuando perdió por primera vez la presidencia de la República.
El año pasado, de nueve estados en juego perdió todos, además de la presidencia de la República, la mayoría en las dos cámaras del Congreso de la Unión, de los municipios asientos de los poderes estatales y de las legislaturas locales. No perdió más estados porque no estuvieron en disputa.
En esos procesos electorales federales y locales no sólo le faltaron militantes y votos, sino también buenos candidatos, y en el caso de la elección presidencial no encontró un cuadro mejor: postulo uno externoe ideológicamente más identificado con su histórico adversario, el PAN: José Antonio Meade Kuribreña.
El primer domingo de julio de 2018 el PRI se desplomó en los sitios de votación. Perdió cerca de 9 millones 900 mil votos en comparación con 2012. Cayó de los 19 millones 158 mil de Enrique Peña Nieto a los 9 millones 290 mil de José Antonio Meade, en números redondos. El antes invencible partido, quien inclusive ayudaba a los partidos minoritarios para que alcanzarán diputaciones de representación popular, con el fin de aparentar pluralidad y democracia, ahora tiene 47 de 500 diputados federales y 14 de 128 senadurías. Forma parte de la “chiquillada”, a la espera de resurgir en 2021.