
Se ha cumplido un cuarto de siglo de la ejecución de Luís Donaldo Colosio Murrieta, ocurrida en la populosa y entonces marginada colonia de Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California. Por ese asesinato está preso, como “asesino solitario”, Mario Aburto Martínez, pero casi nadie cree en esa “verdad histórica”.
Hay muchos puntos oscuros sin aclarar. Por ejemplo: la directora del hospital general de esa ciudad fronteriza informó que la víctima recibió dos disparos y que las balas eran de diferente diámetro. Y en un noticiero en cadena nacional esa noche dos mujeres que atestiguaron la agresión dijeron que fueron dos jóvenes los asesinos.
Además, Aburto Martínez, ahora preso en el penal de Huimanguillo, Tabasco, fue condenado a 45 años de prisión, no a 50 años, como era la pena máxima en ese tiempo.
La razón que dio el juez para no condenarlo por la agravante de “ventaja”, fue porque Aburto no tuvo ventaja al agredir a Colosio, pues éste se encontraba protegido por cientos de escoltas y más bien el asesino corrió riesgo de ser muerto.
Otro punto oscuro nunca aclarado fue por qué los miembros del equipo de seguridad no detuvieron a Aburto después del atentado. Lo hicieron Vicente Mayoral y su hijo Rodolfo Mayoral, quienes eran de Tijuana y voluntarios en tareas de orden del mitin.
Meses después fueron capturados como copartícipes de la ejecución, pero fueron liberados cuando probaron que ellos detuvieron a Aburto, lo cual, argumentaron y el juez les dio la razón, no hubieran hecho si hubieran estado en el complot para darle muerte al político sonorense.