*Recibió dos disparos y testigos declararon haber visto disparar a 2 jóvenes.
De la redacción
(Primera parte)
Dos heridas de balas de diámetros distintos, un asesino en huida detenido por civiles, no por el equipo de seguridad de la víctima, declaraciones falsas de los escoltas y el presunto giro de 180 grados del cuerpo antes de caer a tierra, constituyen las grandes dudas no aclaradas de la ejecución de Luís Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994.
Un cuarto de siglo después, ese acontecimiento ocurrido en una colonia marginada de Tijuana, de consecuencias políticas y económicas devastadoras, como la fuga de capitales y una crisis institucional, la fractura al interior del PRI, el posterior homicidio del ex gobernador de Guerrero, José Francisco Ruíz Massieu, la devaluación y el desplome de la economía al año siguiente, sigue generando dudas sobre si fue o no un crimen de estado.
Como la “verdad histórica” en el caso de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, las conclusiones de la investigación en el sentido de que se trató de un “asesino solitario”, llamado Mario Aburto Martínez, no las cree la abrumadora mayoría de las personas.
Es que en ambos casos no se aclararon muchos puntos, lo cual permite sospechar de crímenes ordenado desde la cúpula del poder, incluso la opacidad es mayor en el caso de la ejecución del candidato presidencial del PRI.
A los observadores políticos llamó la atención en su momento el hecho de que Aburto Martínez, el autor material (según la verdad histórica) fuera condenado a 45 años de prisión, no a la pena máxima de 50 años establecida entonces por las leyes.
La razón es sencilla: la Procuraduría General de la República (PGR) no pudo acreditarle al procesado la agravante de “ventaja”: el juez de la causa lo encontró culpable del asesinato sólo con “premeditación” y “alevosía”, no con “ventaja”.
En su argumentación jurídica el juzgador dejó claro que Aburto Martínez no tuvo ventaja al atentar contra Colosio Murrieta, porque éste contaba con un numeroso y capacitado equipo de seguridad; es más, el asesino corrió peligro de morir en su intento, pero solo resultó golpeado por sus captores.
No obstante, pudo acercarse, sacar el arma y colocarla cerca de la sien del candidato presidencial y dispararle, cuando estaba rodeado de escoltas, sin que en los videos inspeccionados judicialmente se observara intento alguno de éstos por siquiera desviar el arma asesina.
El grupo de centenares encargado de la seguridad personal de Colosio Murrieta no se preocupó tampoco por detener a Mario Aburto, quien ya se escapaba y fue frenado en su huida, derribado y sometido por Vicente Mayoral y su hijo Rodolfo Mayoral, quienes participaban como voluntarios en el mantenimiento del orden del mitin. Estos fueron detenidos después, junto con otro grupo de personas tijuanenses, como sospechosos de participar en el complot criminal.
Fueron dejados libres cuando probaron que ellos capturaron a Aburto Martínez, lo cual no hubieran hechos de haber formado parte de la conspiración. Así lo entendió el juez y los liberó. (Continuará)