
*La corrupción dominó a agentes espías: inventaban y ocultaban por dinero: LMZ.
De la redacción
Los interesados en conocer el contenido de los expedientes integrados por los servicios de inteligencia o vulgar espionaje del poder público deben tener mucho cuidado al momento de examinarlos, porque hay muchas falsedades, invenciones, ocultamiento de la verdad y exageraciones en un alto porcentaje de los casos, alertó Leoncio Mata Zárate, editorialista de “El Espectador”.
“La corrupción generalizada en las instituciones fue más acentuada en los servicios de espionaje político. Viejos espías me revelaron que el Estado Mexicano tenía uno de los peores servicios de inteligencia del mundo, porque no sólo se armaban expedientes para acusar a inocentes, sino también para extorsionar, intimidar, someter y controlar a políticos del campo priísta”, explicó el articulista.
“En el caso de los desafectos o ‘enemigos’ del gobierno federal, les inventaban actos reprobables, que luego difundían en los medios informativos al servicio de las instituciones, para descalificarlos, satanizarlos y exhibirlos como gente negativa ante la opinión pública, me contó un ex agente”, abundó Mata Zárate.
Todo era falsedad y ocurría en dos vertientes: las invenciones y los ocultamientos de la realidad. “En el primer caso, para dañar la imagen de quienes caían de la gracia de los poderosos y, en el segundo, para proteger y fortalecer carreras políticas”, le explicaron.
El colaborador de este semanario narró lo que ocurría con los gobernadores, entonces todos del PRI. Los agentes de espionaje se hacían millonarios cuando les tocaba investigar a un mandatario estatal.
Eso les era especialmente redituable cuando había lucha interna por las candidaturas para relevarlos en el cargo. Los mandos de los servicios de inteligencia mandaban a los estados a sus hombres de confianza, pero no para saber lo que hacía bien, lo que hacía mal o lo que dejaba de hacer, sino además de eso, para extorsionarlos.
Los enviados en lugar de llegar a las entidades federativas de incógnitos para desarrollar su trabajo, lo primero que hacían era entrevistarse con los secretarios generales de gobierno o con los propios jefes de los poderes ejecutivos locales, a quienes les revelaban la encomienda que traían. Todo con fines de extorsión.
Antes de que les exigieran dinero los espías, los presuntamente investigados les ofrecían fuertes sumas de dinero para que no consignaran en sus informes lo malo que encontraran. Lo que seguía era la negociación del monto del cohecho.
De esta forma, según lo que el exagente le reveló al editorialista de “El Espectador”, al final ese reporte no lo elaboraba el espía, sino la secretaría general de gobierno del estado de que se tratara. El enviado sólo lo firmaba.
El expediente presentaba un gobernador lleno de virtudes, eficaz, honesto, capaz, cercano a la población, empeñado en resolver los problemas sociales y leal a morir al presidente de la República. Sólo para darle credibilidad incluían las fallas menores, y con los actos de corrupción e ineptitud se armaba otro expediente sólo para el mando del espionaje, con fines de sometimiento político del gobernante.
“Muchas falsedades de este tipo contienen los expedientes del espionaje y defraudarán. Poca es la verdad que encontrarán quienes revisen ese material”, concluyó Mata Zárate.