SACAN A DEBATE LA LUCHA GUERRILLERA DE LA
DESTRUIDA “LIGA COMUNISTA 23 DE SEPTIEMBRE”
JORGE IVÁN FRAUSTO LEAL
Ningún demócrata puede justificar la muerte de inocentes en las luchas, aun cuando sea en nombre de las causas más justas, pero tampoco puede justificarse el terrorismo de Estado en cualquier parte del mundo, principalmente el de Israel contra el pueblo palestino, en esa demencial escalada de agresión del Estado israelí y la invariable respuesta violenta de los grupos palestinos radicales.
Desde esta perspectiva debe examinarse la renuncia del joven historiador Pedro Salmerón Sanginés a la dirección del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México (INEHRM), por haber calificado de valientes a los miembros de la organización guerrillera “Liga Comunista 23 de septiembre”, quienes en un intento de secuestro mataron al líder empresarial regiomontano Eugenio Garza Sada, en tiempos de Luís Echeverría.
En esa acción además del líder del poderoso conglomerado empresarial llamado “Grupo Monterrey” murieron dos de sus escoltas y dos guerrilleros, lo cual desató una sangrienta cacería de militantes de esa organización armada urbana, de sus familiares y amigos ajenos a las acciones armadas, en un clásico terrorismo de Estado.
Puede estarse en desacuerdo con los métodos de lucha violentos usados por la “Liga Comunista 23 de septiembre”, que tomó su nombre del ataque a un cuartel militar en Madera, Chihuahua, por parte de otro grupo guerrillero comandado por el maestro Arturo Gámiz, precisamente, el 23 de septiembre de 1965. El grupo fue prácticamente aniquilado y uno de los sobrevivientes fue asesinado después en la cárcel de Lecumberri, presumiblemente por el propio director del temible penal.
También puede discutirse su error estratégico de cálculo, del primer grupo guerrillero y de la “Liga Comunista 23 de septiembre”, porque la correlación de fuerzas era totalmente desfavorable a los alzados en armas, y no podía esperarse un triunfo militar sobre las fuerzas de seguridad nacional del Estado, aunque en descargo de los jóvenes debe decirse que en la segunda mitad de la década de los sesenta y toda la de los setenta del siglo pasado estaban cerradas las vías para la lucha democrática pacífica.
En estas condiciones, muchos jóvenes, la mayoría universitarios, optaron por la vía armada como método de lucha para derrotar al régimen e instaurar el socialismo en México, lo que generó una mayor respuesta violenta de parte del Estado, no denunciada en su momento por los medios informativos, los cuales, en cambio, satanizaron y criminalizaron sin atenuante a quienes se incorporaron a las guerrillas. En estas condiciones, no fue una exageración de Salmerón Sanginés al calificarlos de valientes. El historiador no justificó la muerte de Garza Sada, como se quiere hacer aparecer.
Y se necesita ser valiente y generoso para estar dispuesto a encontrar la muerte, sufrir tortura, encarcelamiento y desaparición en un afán de mejorar las condiciones de vida de la mayoría. Esa organización guerrillera, como la de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos fueron derrotadas militarmente, pero contribuyeron a la apertura democrática que hizo posible los triunfos, primero, de Vicente Fox Quesada; después, de Felipe Calderón Hinojosa (es decir, de la derecha); y el año pasado, de Andrés Manuel López Obrador, un político de izquierda.