
*De extraordinaria voz y canciones inolvidables, su carrera fue mal administrada.
De la redacción
En un espléndido texto de Carlos Monsiváis sobre la música popular, sostuvo que José José era un cantante e ídolo ‘pluriclasista’, a diferencia de Juan Gabriel, quien era idolatrado mucho más, pero por la población de menor nivel escolar. (El escritor y los cantantes dejaron ya de existir).
José José falleció en el sur de Florida, Estados Unidos el sábado 28 del pasado mes, a consecuencia de un cáncer de páncreas, en condiciones económicas precarias, a pesar de haber vendido más de 130 millones de discos durante su carrera.
Casi todo se ha dicho ya del artista, cuyas canciones “El triste, “La nave del olvido”, “Gavilán o paloma”, “Ya lo pasado, pasado”, “40 y 20”, “Si me dejas ahora” y “Amar y querer”, para sólo citar algunos de sus éxitos, serán inolvidables.
Hijo de tenor y dotado de una voz privilegiada, de las mejores que ha habido en México, José Rómulo Sosa Ortiz, como era su nombre completo, ganó a pulso el titulo de “Príncipe de la canción”. Fue víctima de personas abusivas que lo rodearon y mal administraron su carrera y dinero.
Tampoco quisieron orientarlo bien y alejarlo de las adicciones: el consumo excesivo de alcohol erosionó su salud y su voz, que se perdió lamentablemente varios años antes de su muerte, lo cual le impidió continuar su carrera y al mismo tiempo privó a sus seguidores de nuevos temas.
“La nave del olvido”, pero sobre todo, “El triste”, catapultaron a José José a la fama internacional. Por cierto, con ésta última canción compitió en el Segundo Festival de la canción Latina en 1970. No obstante la calidad de la letra y su extraordinaria voz e interpretación, quedó en segundo lugar, pero el tema se convirtió en enorme éxito, mientras de la ganadora del certamen nadie se acuerda.
Con su fallecimiento se demostró que Monsiváis tenía razón: José José era ídolo pluriclasista. Las muestras de tristeza y dolor se dieron todos los sectores sociales y en todos los niveles de instrucción académica, y en todas las edades, especialmente de quienes se enamoraron, lloraron, fueron felices y siguen escuchando las canciones del “príncipe”, y en las nuevas generaciones que no lo conocieron en sus años de gloria.
Su muerte, aun cuando se esperaba por su muy quebrantada salud, entristeció a millones y millones y arraigó la idea generalizada de que el hueco que dejó en la canción romántica difícilmente será llenado; sobre todo, por el sentimiento que imprimía a sus interpretaciones, que le transmitía al público. ¡Descanse en paz el extraordinario cantante!