
*Los quesos son ahora “fórmulas lácteas” y el atún es inventado, no de pez.
De la redacción
Ante la indiferencia o corrupción de las autoridades encargadas de vigilar el cumplimiento de normas sanitarias y de autenticidad de los productos alimenticios, los productores ponen a circular alimentos alterados en su composición.
Una revisión de este semanario a fórmulas de algunos alimentos industrializados encontró esta realidad: el contenido no es ciento por ciento el que debería ser y por el cual los compran los consumidores.
En un afán de obtener mayores utilidades los fabricantes disminuyeron la materia prima utilizada en la elaboración de sus productos, y la sustituyeron parcialmente por ingredientes de menor precio y bajo valor nutritivo.
Tal fue el conocido caso del atún en lata, que en algunas marcas sólo contiene 40 por ciento del producto del mar, mientras el resto es soya, a la cual le incorporan saborizantes artificiales para que no se note la sustitución.
En la revisión de este medio informativo encontró el mismo caso de productos presentados como quesos o “lácteos”. En la información obligatoria impresa en las etiquetas claramente se indica que se trata de fórmulas lácteas; es decir, no son alimentos ciento por ciento de leche.
Curioso resultó el caso de una firma que prepara y distribuye emparedados en bolsas de plástico herméticamente selladas. Se supone que, además de una rebanada de jamón, contiene otra de queso blanco.
No obstante, en la etiqueta se informa se trata de un producto que contiene jamón y un componente “análogo a queso blanco”; es decir, se trata de un queso inventado, sin las propiedades nutritivas del producto lácteo y mucho más barato.
Las autoridades sanitarias no han dado a conocer esta realidad, que pudiera representar riesgos para la salud o, al menos, propiciar desnutrición, porque los consumidores compran los productos convencidos de que se trata de alimentos que nutren, no sólo para quitar o engañar el hambre.
El atún es un producto caro, porque la materia prima se cotiza alto, y al sustituirla con soya, un ingrediente barato, se reducen los costos de producción, pero ese ahorro no se transfiere a la economía de los clientes en la forma de más bajo precio, sino se convierte en mayores ganancias para los fabricantes en perjuicio de la nutrición de los consumidores. Y se llega el punto en que, comparado, es más barato el precio de un medallón de atún que un peso semejante de supuesto ‘atún’ enlatado.