*El neoliberalismo introdujo términos para encubrir la amarga realidad.
MAXIMILIANO CASTILLO R.
El aparato de dominación ideológica del neoliberalismo, que le permitió convencer a la opinión pública de muchos países de las ventajas sociales de este modelo, utilizó frases desconocidas antes y que ahora se pronuncian o escriben a la menor provocación, según un breve análisis de “El Espectador”.
Para desvanecer la idea de nación o pueblos o comunidad nacional, por ejemplo, a los países pobres o subdesarrollados o del tercer mundo, como se les conocía en la década de los setentas la etapa neoliberal los llamó “economías emergentes”.
De esta forma intentó con cierto éxito esterilizar la alusión a la identidad de las naciones, a su cohesión social y sentido de pertenencia. No fue casual, ni inocente la introducción de estas palabras; al contrario, tuvieron la intención de debilitar, incluso borrar el concepto de país, ahora denominado “economía”.
La persistencia y empeoramiento de los problemas de la población, aun de los muy agraviantes, dejaron de llamarse como tal, y en su lugar, en declaraciones de funcionarios públicos y reflexiones en los espacios de opinión de los grandes medios informativos impresos y electrónicos, se les llamó “áreas de oportunidades”.
Es decir, todo lo contrario de la realidad, porque la pobreza, exclusión y marginación de la mayoría son problemas sociales que lastiman, no “área de oportunidad”, como se presentaban en la etapa neoliberal.
Otro término chocante, pasado por elegante y actual es el de “narrativa”, que en la realidad se refiere, como su nombre lo indica, a la creación de estética en prosa; es decir, la novela y el cuento, no al discurso oficial o verdadera propaganda.
Son sólo tres ejemplos de los muchos que demuestran que el neoliberalismo y sus profetas vaciaron de contenido todo lo que les estorbaba para su dominio ideológico y lo sustituyeron por términos (no conceptos), que nada dicen y sólo ocultan la realidad.
No se trató de “barbarismos”, sino de una distorsión deliberada de las palabras, para quitarles su denotación y connotación contraria al nuevo modelo económico depredador del bienestar de la población mundial y facilitar su imposición, con el uso intensivo del aparato de dominación ideológica, en el cual los medios informativos y la propia academia juegan o jugaron un papel relevante.