Los juegos de la liguilla reflejaron una realidad: los equipos mexicanos de fútbol pueden, pero no quieren jugar bien durante la fase regular.
Lo demostraron los ocho calificados a la liguilla, pues no resulta creíble que de la noche a la mañana los futbolistas hayan adquirido ganas de hacer bien las cosas, de poner enjundia en los partidos y de triunfar. Tampoco pudieron convertirse en buenos jugadores entre la última fecha del torneo normal y la final.
Los clubes deben obligarlos a que siempre jueguen como en la liguilla, porque ya se vio que pueden hacerlo, y cobran por hacerlo todo el año.