1-Ricardo Alfredo Sodi Cuellar, nuevo presidente del Poder Judicial mexiquense se presentó a la Legislatura Local para ofrecerle a ésta respeto y colaboración, y encontró reciprocidad en esa materia. Con todo, eso no borra el hecho de que fue electo por 33 magistrados sin reunir las condiciones legales de elegibilidad, porque durante 9 años fue magistrado, y se dedicó de tiempo completo a su responsabilidad como director de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac México, lo cual prohíbe expresamente la norma del Tribunal Superior de Justicia.
Esto es muy grave tratándose de la cabeza del sistema de impartición y administración de justicia y de uno de los tres poderes del Estado, que por esta razón no debería cuestionarse ni su conocimiento ni su capacidad de respetar y hacer respetar la ley. 14 de 47 magistrados no le dieron su voto, y con ello este grupo minoritario se salvó de la vergüenza de haber violado la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Nunca un presidente del TSJ en su elección había tenido tantos votos en contra, como ocurrió con Sodi Cuellar. Hace cinco años Sergio Medina Peñaloza tuvo sólo dos votos en contra y antes, ni siquiera hubo un solo desacuerdo. No obstante, lo más grave fue la condición de inelegibilidad del titular del TSJ.
2-Llegaron muy lejos las “Outsourcing” : de verdad incurrieron en el delito de “delincuencia organizada” para dañar al erario federal. Los principales elementos del tipo penal de ese ilícito son que participen tres o más personas y que se pongan de acuerdo para delinquir muchas veces.
Las empresas que inventaron plantillas de trabajadores para que las empresas que eran sus clientes dedujeran ilegalmente impuestos la integraban muchos más de tres personas y sus actividades se repitieron en miles de casos, por lo que no es exagerada la tipificación de “delincuencia organizada”.
No sólo los que ejecutan y descuartizan cuerpos, trafican con drogas, secuestran, extorsiona y roban combustibles incurren en el delito de delincuencia organizada: también lo hacen los delincuentes de “cuello blanco”, que aparecen como multimillonarios respetables y honorables.
