Arte, Verdadero, Cortesano o Provocador, es Arte; Pero ¿Es Arte el de Fabián Cháirez?

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*¿Puede calumniarse y difamarse a un héroe amparado en la libertad de expresión?

De la reacción

Después de don Francisco I. Madero y antes de Andrés Manuel López Obrador, Francisco Villa y Emiliano Zapata fueron los más calumniados por los medios informativos de cada época; sobre todo, él último, considerado el más puro de los jefes revolucionarios.
Fue el menos apegado al poder: no tuvo ambiciones, ni le quitaron el sueño los cargos públicos y la riqueza. En cambio, nunca dejó de sentirse campesino y representar sus intereses, aun a costa de su vida.
Entre otras muchas razones, esas cualidades fueron las que motivaron el encono en su contra de los generales porfiristas infiltrados en el maderismo y, después, por muchos de los jefes revolucionarios tan triunfadores como ambiciosos, como lo probó la lucha entre facciones, la ejecución de los antes aliados y el enriquecimiento (no tanto como la época de Enrique Peña Nieto) exagerado y el ejercicio patrimonialista del poder.
Los vencedores, no tanto de la dictadura porfirista, que se dio por derrotada muy pronto, sino del usurpador Victoriano Huerta no toleraban la deshonestidad y generosidad de Emiliano Zapata, porque representaba todo lo contrario de su desmedido y enfermizo afán de poder y riqueza.
Con una prensa controlada por ellos, como lo harían después con Francisco Villa; sobre todo, después de su asesinato; y que posteriormente repetiría la derecha con Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez, Lucio Cabañas, hasta llegar y hacer lo mismo la ultraderecha empresarial con López Obrador, Zapata fue calumniado, difamado, acusado de crímenes que no cometió, hasta que mediante la traición lo asesinaron vilmente en su propia tierra, el Estado de Morelos.
No obstante, el linchamiento mediático del cual fue víctima el jefe revolucionario suriano no convenció a los mexicanos de entonces ni mucho menos a los actuales, de los que millones tienen a Zapata en el primer lugar de admiración entre los mandos que hicieron triunfar a la Revolución Mexicana.
Ningún otro cabeza de los grupos revolucionarios, ni siquiera Francisco Villa, es tan querido por los mexicanos de antes y de ahora, incluyendo a los jóvenes. Su figura se agiganta con el paso del tiempo, y eso no puede decirse de Carranza, Obregón y Elías Calles.
A Emiliano Zapata se le considera representante de los más puros ideales de la Revolución Mexicana, justamente los que fueron derrotados por el ala enferma de poder y riqueza, vencedora en la gesta revolucionaria.
En este contexto, no debe sorprender las reacciones irritadas de millones de mexicanos, generada por un pequeño cuadro denominado “La Revolución”, pintado por Fabián Cháirez, quien independientemente de si es extraordinario o mediocre como artista, era desconocido fuera de su reducido círculo de colegas y defensores de su irreverencia.
Consiguió la campaña mediática jamás imaginada, así fuera con la mayoría de las opiniones en contra y manifestaciones por organizaciones campesinas frente al Palacio de Bellas Artes, para exigir inicialmente el retiro del cuadro de una muestra colectiva y posteriormente, de todas las obras de la exposición, programada para permanecer abierta hasta el día 16 del próximo mes.
El escándalo estalló, precisamente, en un tiempo cuando existe un debate sobre la urgencia de replantear el futuro del campo y de las familias rurales, castigadas por el abandono y hasta hostigamiento de los gobiernos neoliberales, en su estrategia de favorecer a los grandes intereses mundiales que controlan el proceso productivo agrícola a escala planetaria, con la venta de semilla, tecnología, patentes, compra, industrialización y comercialización de alimentos de origen campesino.
Existe la convicción en los círculos de análisis de la realidad nacional y los problemas rurales de que el Caudillo del Sur fue traicionado por Guajardo en Chinameca, pero volvió a ser traicionado por los gobiernos neoliberales, cuyo resultado fue la quiebra del campo, su improductividad, miseria y el éxodo de familias campesinas hacía las ciudades y el extranjero, para cambiar la miseria rural por la pobreza y exclusión urbana.
En particular fue Carlos Salinas de Gortari el causante del desastre actual del campo, con su reforma al artículo 27 constitucional, que ocasionó el desmantelamiento de gran parte de la tierra de propiedad social y el acaparamiento de suelo por los intereses inmobiliarios que se hicieron, fraccionaron, construyeron y comercializaron ejidos y tierras comunales, convertidas en colonias, muchas de ellas, sin los servicios básicos.
Reflexiones de este tipo y desde diferentes enfoques se presentaron en las últimas semanas, a partir del cuadro de Fabián Cháirez, cuyo nombre, incluso su existencia era desconocido hasta antes de la apertura de la muestra “Emiliano Zapata: Zapata después de Zapata”.

EL POLÉMICO CUADRO
El chiapaneco Fabián Cháirez pintó y aportó a la muestra montada en Bellas Artes un cuadro con un Emiliano Zapata feminizado, montado sobre un caballo con erección. El héroe fue pintado con zapatillas y sombrero color rosa.
Las organizaciones campesinas agrupadas en el “Frente Auténtico del Campo” (FAC) iniciaron las protestas en la explanada del Palacio de Bellas Artes, y el 10 de diciembre en ese sitio llegaron al enfrentamiento físico con miembros de la comunidad LGBT, que respaldan lo que denominan un propuesta estética del chiapaneco.
La familia del jefe revolucionario suriano también se inconformó por lo que consideró calumnia y falta de respeto del pintor a Emiliano Zapata, pero lo único ganado hasta el cierre de esta edición del suplemento fue que las autoridades de la Secretaría de Cultura Federal colocara un texto junto a la obra, que aclara: “Descendientes de Emiliano Zapata expresaron su desacuerdo con esta imagen, por considerar inadecuada la representación de Zapata”. Mediante el diálogo entre autoridades de la Secretaría de Cultura y el NIVAL, el Museo del Palacio de Bellas Artes mantendrá la obra, basándose en el principio de la “protección al derecho de la libertad artística y creativa”.
La presentación en el cuadro de un Emiliano Zapata feminizado pareciera inscribirse en la estrategia mercantil de volverlo un símbolo comercial, sin ideales reivindicatorios de los campesinos, desideologizado y deshistorizado, como lo señala el escritor Pedro Ángel Palou, autor de una de las mejores novelas sobre Zapata.
No puede saberse si Fabián Cháirez procedió con oportunismo, al presentar su obra en la muestra, justamente cuando se cumplieron y recordaron los cien años del asesinato y traición al héroe por parte del gobierno de Carranza.
De todos modos, esta circunstancia contribuyó poderosamente al estallido de la irritación contra el pintor, antes desconocido por el gran público mexicano, ahora beneficiado con la propaganda, así sea negativa, a su cuadro, ante el regocijo de los grupos organizados de la comunidad LGBT, que no aducen cuestiones estéticas, sino atribuyen actitudes homofóbicas a quienes exigen el retiro del cuadro “La Revolución” de la exposición citada.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y CREACIÓN ESTÉTICA
La polémica generada por el pequeño cuadro de Fabián Cháirez, de quien se sabe privilegia en su trabajo de pintor la feminización de personajes (menos de sus familiares, como le piden los campesinos que lo haga) se ha centrado fundamentalmente en las posiciones de condena por parte de quienes consideran la obra, ahora famosa, de ser calumniosa, irrespetuosa y continuidad de las campañas de desprestigio, basadas en calumnias, que sufrió el héroe suriano en los últimos años de su vida.
Otros atribuyen oportunismo barato al pintor, por aprovechar las circunstancias del centenario de la muerte del Caudillo del Sur, para hacerse notar a escala nacional e internacional con una obra que denigra al jefe revolucionario de la peor forma que podía ser: presentarlo: como homosexual, para generar, de paso e indirectamente, un mal entendido orgullo de la comunidad LGBT.
Otra corriente defiende el contenido del cuadro con el argumento de la libertad de creación artística y hasta del derecho a la libertad de expresión, con lo cual coinciden las autoridades federales de cultura.
Otros recurren a la vieja teoría de que el arte subvierte y provoca las buenas conciencias, lo cual es verdad, como es igualmente que también puede ser cortesano, como lo enseña la historia de los genios de la pintura en todos los tiempos, que pitaron a monarcas, papas y a los poderosos de su tiempo, sin que sus obras como tales sufrieran menoscabo. El arte es arte, sea cortesano, subversivo o provocador.

¿HAY ESTÉTICA EN EL CUADRO DE CHÁIREZ?
Lo que ignoramos, y los especialistas en la plástica no se han tomado la molestia de orientarnos, es si “La Revolución”, del chiapaneco Fabián Cháirez tiene o no valor estético. Nadie se ha preocupado por, aprovechando el escándalo, examinar con rigor y profesionalismo la propuesta del pintor en este cuadro específico.
Sobre nada de eso han reflexionado los críticos de la actual plástica mexicana, por lo que la población ignora si la cuestionada pintura es una obra maestra o un simple trabajo irrespetuoso, tendencioso, oportunista y mediocre.
En este escenario, los críticos en esta disciplina estética nos están quedando a deber, y es conveniente que subsanen su omisión, porque es alto el porcentaje de la población mexicana que es capaz de saber distinguir sin el apoyo de experto una verdadera obra de arte de una sin valor estético.
Si mantienen su omisión se llegará al colmo de que una pintura excesivamente difundida y debatida en exceso en las últimas semanas desaparezca del Palacio de Bellas Artes, junto con la exposición “Emiliano Zapata: Zapata después de Zapata”, sin que sepamos si tiene importancia artística, porque el ruido generado se centró en la pertinencia o imprudencia de su exposición, no en su valor estético.
Debemos saber si Cháirez aporto a la plástica del país una obra valiosa, o sin desearlo, revivió en su cuadro la campaña de calumnias y desprestigio de que fue víctima el héroe suriano.

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