
*Recuerda José Antonio Muñoz Samayoa su postulación para alcalde.
De la redacción
Varios años después de retirado de la política activa, quien fuera poderoso oficial mayor en el gobierno de Jorge Jiménez Cantú recordó sus tiempos de funcionario estatal y especialmente cómo, sin buscar la candidatura, le ordenaron postularse para alcalde de Toluca, allá en la segunda mitad de la década de los setenta del siglo pasado.
“Hice mucho por Toluca, pero yo no había pensado en gobernarla. Me sentía a gusto en la Oficialía Mayor, pero mi disciplina partidista me obligó a ser candidato”, enfatizó quien en su vida política sólo ocupó ese cargo de elección popular.
En esos tiempos su nombre figuraba en la lista de presuntos prospectos para la candidatura a gobernador, cuando obtener la nominación del PRI representaba asegurar el cargo, porque la oposición no existía.
Para simular pluralidad ideológica y política y acreditar la existencia de adversarios del tricolor, éste maniobraba para hacer ganar a candidatos opositores a cargos conocidos ahora como de “representación proporcional” y llamados entonces “de partido”, para que tuvieran presencia en la Legislatura Local y los ayuntamientos.
Los grupos políticos priístas empeñados en ganar la candidatura para gobernador estaban confrontados y, dada la posición privilegiada de Muñoz Samayoa, maniobraron para sacarlo de la carrera por esa postulación.
Lo hicieron de manera elegante: lo enviaron como candidato a alcalde de la capital del Estado, pero no en forma directa, sino mediante una elección interna con delegados, en la cual su adversario fue Germán García Salgado.
Fue cuando el dirigente nacional Carlos Sansores Pérez (papá de Layda) simuló la democratización del PRI y de sus procesos para escoger candidatos a cargos de elección popular, especialmente de miembros de los ayuntamientos, en lo que el político del sureste denominó “democracia transparente”.
Muñoz Samayoa no temía riesgo de perder, porque la elección era por delegados de sectores, fácilmente manipulables por los mandos reales del PRI. Cada uno de estos segmentos del PRI tenía el mismo número de delegados, pero el oficial mayor contaba con los votos amarrados de los sectores popular y campesino.
García Salgado era apoyado por el sector obrero, entonces influyente, pero perdió, como estaba planeado. Así, Muñoz Samayoa fue candidato y alcalde.
La candidatura para gobernador la ganó, finalmente, Alfredo del Mazo González, cuando todo mundo creía que el vencedor de la lucha interna del PRI sería Juan Monroy Pérez o Fernando Ferrat Solá. Carlos Hank González y Jorge Jiménez Cantú no pudieron cambiar la decisión tomada por el presidente José López Portillo.