
*Las plataformas digitales deben prohibir difundir mentiras, sean de quien sean.
MAXIMILIANO CASTILLO
Desde hace muchos años en el espacio de reflexión que tengo en este semanario he criticado el mal uso de las redes sociales, posibles gracias a las grandes plataformas digitales que dominan el universo de la red de redes. La democratización de su acceso explica que cualquier persona exprese sus opiniones, pero también resentimientos, filias y fobias, nulo respeto a las opiniones de los otros; más su uso por criminales.
En las redes se transmite información importante, útil y con rapidez, pero es abrumadoramente mayoritario el volumen de los mensajes con ofensas, insultos, calumnias, mentiras y claro dolo por dañar a los otros. Son plurales, pero intolerantes a esa pluralidad. Se odia a quienes piensan y tienen creencias distintas a las suyas, a lo cual debe agregarse la profunda ignorancia de un alto porcentaje de quienes debaten.
A esta realidad se agregó en los últimos años la simulación. En el afán de aplastar al adversario se recurre a los famosos “bots”, que multiplican los mensajes para que lleguen a más personas, pero sobre todo, para engañar, mentir y dejar la impresión de que una posición tiene un gran respaldo social
En este escenario, resulta urgente el debate sobre ese gran dolo en las redes sociales: la posibilidad de utilizar mecanismos automatizados para replicar mensajes y simular seguidores o simpatizantes, a los cuales pueden recurrir -si tienen los recursos o conocimientos suficientes- empresas, partidos políticos, artistas, influencers o incluso criminales, Y ante lo cual las grandes plataformas digitales deben buscar, encontrar y poner en práctica mecanismos que impidan el engaño, para que el debate sobre cualquier tema y los participantes en el mismo sean reales, no bots, como curre ahora en el ámbito político mexicano en apoyo de una u otra postura.
El Poder Ejecutivo Federal acusa que sus adversarios contratan bots para atacarlo, mientras sus malquerientes, sin negar el uso de ese engaño, aseveran que también se utiliza el mismo método mentiroso para defender al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y desprestigiar a sus opositores.
La simulación es mala en cualquier tiempo, lugar y actividad, pero lo es doblemente cuando se emplea en el debate sobre el rumbo del país. Si alguien, en ejercicio de su libertad de expresión critica al gobierno de la cuarta transformación, que se registre en la contabilidad de las redes como un inconforme, no como mil, diez mil o cien mil insatisfechos, como es la intención al contratar bots.
Y si un mexicano expresa su respaldo al presidente López Obrador, también debe aparecer como uno, no como mil, diez mil o cien mil. A eso debe llegarse y para eso servirá el debate abierto sobre el tema. La mentira y más cuando es con dolo para dañar a los adversarios (hay mentiras piadosas que no afectan, aunque sean tales) no debe tener cabida en las redes.