
*Jesús Zambrano quedó al frente del PRD, que ahora es de la “chiquillada”.
De la redacción
En 2006 el Partido de la Revolución Democrática (PRD) estuvo a punto de ganar la presidencia de la República con Andrés Manuel López Obrador como candidato. No son pocos los mexicanos convencidos de que Felipe Calderón Hinojosa ganó con un fraude descomunal, lo cual se fortaleció con las confesiones del entonces presidente, Vicente Fox Quesada, hechas en el sentido de que él impidió el triunfo del tabasqueño y le dio el triunfo a su correligionario de aquel tiempo (ninguno milita ahora en el PAN).
La diferencia oficial entre el PRD y sus aliados con el PAN fue de décimas de punto porcentual. A pesar del fraude y la participación facciosa presidencial, de la ultraderecha empresaria que ilegalmente destinó dinero a la campaña de Calderón y de la consigna de gobernadores priistas y de Elba Esther Gordillo para votar a favor del PAN.
Doce años después, ya sin López Obrador, extraviado ideológicamente y el manejo patrimonialista, el PRD apenas alcanzó el 2.4 por ciento de la votación legislativa federal, sin ganar ni uno sólo de los 300 distritos. Alcanzó 12 diputados de representación proporcional. Y marcha a la cola de la derecha panista, contra un gobierno de izquierda.
En estas condiciones y de cara a los procesos electorales federal y locales del próximo año, el PRD designó a Jesús Zambrano, uno de los llamados “Chuchos”, cuya corriente interna fue la culpable del desmoronamiento de ese partido, por haberlo anejado facciosamente, hostigar y obligar la salida de cuadros valiosos, incluyendo a López Obrador, y aliarse al PAN.
“Los chuchos” fueron muy hábiles para la manipulación interna, el acaparamiento de cargos partidistas, de candidaturas, para cargos de representación popular, para ellos y familiares. Nunca ha ganado de mayoría y son malos para organizar y reclutar militantes.