A un pueblo decidido nadie lo para. Eso se comprobó en Bolivia, cuyos ciudadanos recuperaron la democracia, dañada en noviembre del año pasado por el golpe de las fuerzas de seguridad en contra del presidente Evo Morales.
De nada sirvieron el hostigamiento al Movimiento al Socialismo (MAS), ni las trabas para que se efectuaran las elecciones, ni la parcialidad de las autoridades electorales en favor de la ultraderecha, al final se impuso el voto popular, inclusive el resultado fue mejor para la izquierda de lo que se esperaba.
Luis Arce, el artífice del “milagro boliviano” que sacó a de la pobreza y pobreza extrema a millones de bolivianos y es considerado de los mejores economistas de América Latina, ganó en la primera vuelta con aproximadamente el 52 por ciento de los votos.
Carlos Mesa, su principal opositor, obtuvo poco más del 31 por ciento, mientras el ultraderechista Fernando Camacho quedó muy lejos, en el tercer lugar, con menos de 15 puntos porcentuales.
Se esperaba el triunfo el MAS, pero no que obtuviera más del 50 por ciento o una ventaja de diez puntos sobre quien quedara en segundo lugar, por ello se pensaba más en una segunda vuelta, en la cual toda la ultraderecha y derecha le echarían “montón” a Arce, con riesgo de derrotarlo. No ocurrió así.
La victoria del partido fundado por Evo Morales fue tan contundente que los derrotados y la presidente de facto, Jeanine Áñez reconocieron el triunfo. La ultraderecha boliviana y continental, inclusive la mexicana, estuvieron al pendiente de la elección, habrá que ver qué corrigen en sus métodos de acceso al poder.