
*Hay explotación sexual y en mendicidad. *Se busca solución: Maurilio.
GABRIEL L. VILLALTA
(Segunda y última parte)
Las organizaciones criminales no sólo trafican drogas, secuestran, asesinan, extorsionan, incurren en trata de personas, cobran derecho de piso e imponen condiciones al comercio en zonas donde dominan. También desaparecen niñas y niños, inclusive bebés, con fines de explotación sexual y en la mendicidad.
La crueldad y deshumanización de la delincuencia organizada se ensaña con este segmento de la población y en no pocos casos las desapariciones tienen como fin el tráfico de órganos de niñas y niños, de acuerdo con información del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), de la Secretaría de Gobernación.
En estos momentos, cerca de 13 mil niñas, niños y adolescentes están en calidad de desaparecidos y no localizados en el país, y más de una quinta parte de éstos (2 mil 848) son del Estado. La situación es grave, porque a diferencia de las personas adultas en esas condiciones, quienes muchas veces libremente deciden alejarse y perderse de su entorno familiar y social, los pequeños siempre desaparecen en forma forzada, por particulares.
En el mejor de los casos, la sustracción es por parte de familiares, padres o madres en divorcio o separados, pero lo más inhumano es cuando son privados de su libertad para explotación sexual, en un mercado de adultos degenerados y adinerados.
La situación es tan grave que los tres poderes del Estado unieron fuerzas para buscarle solución y garantizarle a niñas, niños y adolescentes respeto a su derecho a una vida sin violencia, anunció el líder del Poder Legislativo, diputado Maurilio Hernández González
El RNPDNO reporta igualmente entre los fines despiadados de la trata de estos pequeños la explotación laboral de niñas y niños. No se trata de ponerlos a trabajar al servicio de un patrón, sino en actividades de mendicidad.
Los maltratan, violan y les fijan una elevada cuota diaria de dinero. Si no la reúnen son víctimas de golpizas.
Además, los mal alimentan, en una explotación cruel, por una delincuencia que rebasó todos los límites de compasión y humanidad, y se ubicó en la parte podrida de la sociedad.
De acuerdo con organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas al estudio y atención al problema, a estos efectos del delito de trata de menores se les agregan otros daños no medibles, pero devastadores: la angustia, dolor, desesperación y la muerte en vida de los familiares de las víctimas.
La desintegración familiar y el vacío dejado en los hogares por la ausencia de los miembros más tiernos son otras de las consecuencias desastrosas, lo cual ignora un alto porcentaje de la sociedad.