Delfina Gómez, digan lo que digan, tiene estrella política
Augusto L. Robles
El caso de Delfina Gómez Álvarez, nueva secretara de Educación Pública, es notorio, atípico y casi como un realizado cuento de hadas. A mediados de diciembre de 2012 nadie sabía de ella, su nombre no existía en el universo político mexiquense, mucho menos en el nacional, pero a partir de 2013 fue alcaldesa de Texcoco, de allí diputada federal y senadora.
En 2017 estuvo a punto de ganar la gubernatura mexiquense, incluso muchos observadores políticos estiman que ganó la elección, pero maniobras fraudulentas hicieron ganar a Alfredo del Mazo Maza. Era representante del gobierno federal en el Estado de México. Y en ninguno de esos cuatro importantes cargos concluyó su gestión. Los ha dejado para ascender en su carrera política.
Buscando paralelismos, otro caso también de carrera meteórica fue el de Enrique Peña Nieto, quien a la mitad de una carrera burocrática sin relevancia, paso en 19 años de miembro del gabinete estatal a diputado local, gobernador y presidente de la República.
No obstante, el ahora malvisto expresidente formaba parte de un poderoso grupo político que desde la primera mitad de la década de los cuarenta del siglo pasado se fijó como meta llevar a uno de los suyos a gobernar al país.
En eso nada se parece a Delfina; sin embargo, dados los antecedentes que tiene Morena de darles dobles oportunidades a sus cuadros, algunos ya adelantan que la nueva secretaria de Educación podría dejar su cargo cuando sea momento de nombrar candidatos a la gubernatura del Estado de México.
Como están las cosas en estos momentos, no es descabellado pensar que ganaría el cargo, y se convertiría en la primer gobernadora en la historia estatal, claro, siempre que su estrella política se mantenga brillando y no le pongan el pié en el camino.
