URGE REVISIÓN AUTOCRÍTICA DEL ROL DE MEDIOS
INFORMATIVOS Y EL ABANDONO DE LA PLURALIDAD
MAXIMILIANO CASTILLO R.
(Primera parte)
Limitar el debate sobre los grandes medios nacionales del país al término de “chayoteros”, para referirse a los enormes beneficios obtenidos durante la etapa neoliberal, no ayuda a esclarecer lo ocurrido en la también llamada prensa mexicana. La discusión debe darse de cara a la sociedad, a la cual las palabras “chayote” y “chayoteros” nada les dice.
El nombre de esta hortaliza, aplicado en los juicios sobre el periodismo, sólo es entendido por quienes se dedicas a la información y el análisis; es decir, los no más de 20 mil informadores y analistas profesionales existentes en el país. Fuera de ese grupo insignificante por su peso cuantitativo frente a los 127 millones de mexicanos, nada se entiende, y menos su connotación antiética y de franca corrupción. De ahí la necesidad de abandonar esos términos en la urgente revisión autocrítica del actual universo periodístico del país.
Se le conoce como “chayote” a la antigua dádiva que los gobiernos federales, estatales con sus tres poderes, ayuntamientos, organismos de los tres órdenes de autoridad y partidos políticos entregaban a los reporteros, para completar sus precarios ingresos obtenidos en sus medios informativos, y así sufragar sus gastos familiares. Era una especie de subsidio a las empresas, para poder pagar poco a sus trabajadores. Por eso lo consentían.
Los efectos en el ejercicio de la libertad de expresión fueron desastrosos, porque un periodista que recibía mensualmente una suma de parte de las dependencias o “fuentes” que cubría, no podía arriesgarse a perder ese dinero extra, como hubiera ocurrido si difundía la verdad de cuanto ocurre en esas instituciones.
Mucho cambiaron las cosas, especialmente para los columnistas, quienes dejaron de conformarse con una modesta dádiva mensual de las dependencias gubernamentales, y optaron, con la complicidad de autoridades corruptas y corruptoras, por constituir empresas para venderles o simular la venta de servicio a las instituciones, a precios de atraco en despoblado.
Esto inició en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, pero se acentuó en los gobiernos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, pero llegó al extremo en la administración de Enrique Peña Nieto, durante la cual conocidos conductores de noticieros de televisión y columnistas cobraron millones de pesos al mes y se volvieron multimillonarios, como no lo son los pequeños y medianos empresarios. Nada de recibir dádivas para sobrevivir, como antes. Por eso también se opusieron a AMLO desde el 2005.
Ya no recibieron “chayotes”, sino que participaron en un inmisericorde saqueo de los fondos públicos, con la anuencia de sus patrones, quienes saqueaban al erario muchas veces más que sus columnistas.