Macario Lozano R.
En los actuales procesos electorales, la coalición que encabeza Morena tiene la ventaja de representar al gobierno federal y los resultados y avances que éste ha ofrecido en casi tres años de gestión, pero también cuenta con una ventaja adicional sobre la que encabeza el PAN: es congruente, los partidos que la integran, con diferencias sutiles de enfoque y profundidad, defienden la misma ideología.
En cambio, los miembros de la alianza opositora, si bien se sospechaba que siempre se alineaban en los temas trascendentales para sus intereses particulares, solo a partir del 2018 son aliados públicos, antes y durante décadas se presentaban y decían como adversarios ideológicos históricos en México y la entidad mexiquense. Una verdadera incongruencia.
Habrá que esperar para saber si los activistas del PRI, quienes en las campañas siempre combatieron al PAN, ahora le pondrán enjundia y vehemencia a la búsqueda de votos en favor de los candidatos del partido de enfrente.
Tal vez el PAN no tenga problemas, porque tiene pocos activistas a ras de piso. El panismo es bueno para la “guerra sucia” y es una organización política de cuadros, no de masas.
Sus cúpulas, precisamente, fueron las que derechizaron a las del PRI en los tiempos de Carlos Salinas de Gortari y profundizaron ese derechismo con Enrique Peña Nieto, al grado de que los priistas postularon en 2018 como candidato presidencial a un derechista, quien adicionalmente no era ni su militante.
Además, los cuadros del tricolor aceptaron que los puestos claves de la campaña electoral de José Antonio Meade los ocuparan panistas. Lo peor es que perdieron la elección en forma humillante, un muy mal antecedente para ellos.