Macario Lozano R.
Hoy se cumplen 27 años de la ejecución del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, cuando hacía campaña en una populosa colona de Tijuana, Baja California. En los mexicanos quedó arraigada la creencia de que se trató de un crimen de Estado, justamente del tipo del que nunca se castiga a los autores intelectuales, porque son quienes controlan en el momento el aparato institucional encargado de las investigaciones.
Llama la atención que periodistas de los que trabajaron con Carlos Salinas de Gortari, como Raymundo Riva Palacio y Jorge Fernández Menéndez insistan todavía en estos momentos que su exjefe fue el más perjudicado por esa muerte y con ello dejan o quieren dejar la idea de que nada tuvo que ver en el caso que sacudió al país es tarde noche del 23 de marzo de 1994.
Los investigadores nunca presentaron a comparecer ante el juez encargado de procesar a Mario Aburto a dos mujeres, quienes minutos después del atentado mortal al político sonorense declararon, por televisión, que fueron dos jóvenes quienes le dispararon a la víctima. Y las dos heridas eran de armas de diferentes calibres. Después los peritos hicieron malabares para explicar cómo los distintos diámetros de las lesiones fueron por la posición del cuerpo de Colosio al momento de recibir los disparos.
Las investigaciones tampoco esclarecieron por qué el fuerte y numero operativo de seguridad del candidato presidencial priista falló y permitió que el asesino llegara a la víctima y le colocara la pistola en la cabeza.
Menos aclararon por qué tampoco dejaron escapar a Aburto. Y se retiraba del lugar, pero fue detenido por civiles de Tijuana, no por el equipo de seguridad de Colosio. Hoy se cumplieron 27 años de ese episodio de la vida nacional.