Augusto L. Robles
En las elecciones legislativas federales de este año, el priismo del Estado de México buscará recuperar terreno electoral, después de que hace tres años fue derrotado en 38 de los 41 distritos. Esos resultados le significaron una derrota descomunal, histórica, y relegaron a ese partido a la intrascendencia legislativa este trienio.
Partiendo de un resultado tan pobre, pareciera que a ese partido no puede irle peor, lo cual significa que si juega sus cartas de manera correcta podría recuperar parte del terreno perdido y obtener un mejor resultado en estas contiendas, lo cual sería una gran ganancia. Sería una vergüenza que le fuera peor.
Para el PRI del Estado de México las elecciones de diputados federales también tienen la importancia de que le ofrecerán la posibilidad de consolidar figuras para tener de dónde escoger candidatos para la gubernatura. A dos años de esa elección, el tricolor prácticamente no tiene a nadie perfilado para el cargo. En el gabinete nada más está Ernesto Nemer Álvarez.
No obstante, en este aspecto es donde todavía tiene mucho que perder, pues correrá riesgos de sufrir otra devastación, probablemente fatal para el partido en territorio mexiquense si sus cuadros como Ana Lilia Herrera, Ricardo Aguilar Castillo o Ignacio Rubí Salazar no ganan ni en sus distritos.
De nada le servirá al tricolor aumentar el tamaño de su bancada si se queda sin cuadros con posibilidades -mínimas en estos momentos- de presentarse como aspirantes a la gubernatura. En esas condiciones no podría negociar ni siquiera la promesa de algunas secretarias si van en coalición con un candidato panista.
Este año, por lo menos en el Estado, el PRI se juega su viabilidad como partido, y si no obtiene buenos resultados terminará como el PRD.