*Por las reglas de la Corona Británica no podía ser rey.
De la Redacción
Los mexicanos no podemos entender la consternación que la muerte del príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel, ocasionó en los británicos de todas las edades. Nosotros tenemos una idiosincrasia y ellos, otra. Para un alto porcentaje de los mexicanos la realeza es un anacronismo, pero los súbditos de la corona les es algo muy suyo.
En este caso, poco se reflexiona, pero el título de príncipe, aplicado al esposo de la reina que por las reglas de la corona inglesa no podía ser rey, se relaciona en nuestra sociedad a la imagen que el folclor, pero sobre todo hollywood nos han fijado en la mente. La apariencia física del desaparecido personaje era todo lo contrario de la que tenemos de un príncipe. La literatura universal nos la presenta como la de un joven fuerte, valiente, intrépido, noble, salvador de bellas jóvenes mujeres.
Por eso existe el lugar común del “príncipe azul”; no obstante, el miembro de la nobleza estaba próximo a cumplir cien años y su organismo acusaba los estragos del tiempo, oficialmente era príncipe, y no podía ser de otra forma, aunque su imagen fuera todo lo contrario. Descanse en paz.
