ELECCIONES Y GRANDES MEDIOS INFORMATIVOS
MAXIMILIANO CASTILLO R.
(Primera parte)
Desde siempre casi todos los grandes medios informativos permanentemente han servido al poder, y en tiempos de elecciones, como los actuales, al partido gobernante. Lo hacían exclusivamente por conveniencia económica, pues eran retribuidos generosamente, aun en los tiempos en los cuales el PRI ni siquiera tenía riego de perder. La entonces llamada “gran prensa” era utilizada para legitimar los arrolladores triunfos de ese partido y sus “carros completos”.
Los partidos de oposición y sus candidatos no existían para los grandes medios informativos. Sólo difundían las actividades proselitistas del partido mayoritario, pero la población ni siquiera percibía la parcialidad de la “gran prensa” en favor de la organización política que no necesitaba de ese apoyo para barrer en las urnas a una débil, desorganizada y minoritaria oposición, muchas veces simulada. Ésta, adicionalmente, carecía de dinero para pagar publicidad.
Las cosas cambiaron en los medios informativos electrónicos por las sucesivas reformas electorales, que utilizaron los tiempos oficiales para distribuirlos a los partidos políticos en tiempos de campañas, de acuerdo al peso de los votos de cada uno. Así hicieron su aparición en las pantallas de televisión y en las estaciones radiodifusoras los emblemas, lemas, actividad y candidatos de todos los partidos con registro oficial.
Los medios impresos siguen actuando como antes, con una enorme diferencia: ahora están involucrados como opositores en la lucha comicial, en contra del presidente de la República, en contra del partido en el poder y de la llamada cuarta transformación que impulsan: todo lo contrario de antes.
Esta parcialidad de la “gran prensa”, como ya se ha señalado desde hace tiempo en este espacio, puede verificarse con sólo comparar el tratamiento noticioso dado a problemas de los partidos y sus candidatos, de lo que el mejor y más ilustrador ejemplo son los casos de Félix Salgado Macedonio, candidato de Morena a gobernador de Guerrero; y María Eugenia Campos Galván, abanderada del PAN a mandataria de Chihuahua.
El guerrerense fue acusado de violación sexual, e independientemente de si es culpable o los cargos son inventados, fue objeto de una terrible campaña de linchamiento mediático, jamás presenciada en un aspirante a gobernador. Grupos feministas de la ciudad de México exigieron a Morena retirarle la candidatura, aun cuando las carpetas de investigación nunca fueron consignadas ante un juez penal y él tenía el derecho constitucional a la presunción de inocencia y legalmente no estaba impedido para ser candidato.
La panista, en cambio, tiene dos causas penales. En una tiene auto de vinculación a proceso por actos de corrupción. En la otra el juez no ha dictado fallo alguno, porque la candidata a gobernadora interpuso 4 amparos para impedir la audiencia. Y le abrieron otra investigación por delitos del mismo tipo. No obstante, los medios informativos no hacen escándalo, y los grupos anticorrupción no le exigen al PAN quitarle la candidatura. ¿Por qué será? (Continuará)