UAEM DEBE Y PUEDE MEJORAR
EN TODO: ES LA OPORTUNIDAD
HAY CONDICIONES PARA POTENCIAR SUS FORTALEZAS,
SUPERAR FRAGILIDADES Y ERRADICAR VIEJOS VICIOS
El cambio de rector de la UAEM, con Eduardo Barrera Díaz en lugar de Alfredo Barrera Baca, es una oportunidad para el inicio de una nueva etapa en las instituciones, y no sólo por el relevo de personas en el mando, sino por las nuevas condiciones del país y del Estado, y el nuevo modelo de gobierno que impulsa la federación, basado en el combate a la corrupción, la transparencia y la rendición de cuentas.
Desde su fundación como Instituto y su transformación en universidad pública autónoma, la ahora Universidad Autónoma del Estado de México fue tomada como un asunto exclusivo de los miembros de su comunidad y, específicamente, de sus grupos dominantes, vinculados al Poder Ejecutivo del Estado. Esto se expresaba incluso en asuntos menores como la añeja costumbre de que en la difusión oficial de los informes de los rectores la figura central y apabullante ha sido invariablemente la del gobernador en turno, y no el académico informante.
La propia autonomía universitaria ha sido puesta en dudas en los procesos para elegir rectores, pues lúcidos miembros de la comunidad están convencidos de que no por casualidad siempre gana el cargo el aspirante con más cercanía a Palacio de Gobierno, ni por coincidencia jamás ha triunfado en la lucha doméstica por el cargo alguien ajeno o mal visto por los mandos del Ejecutivo estatal, a pesar de la autonomía.
Estas condiciones, más la larga tradición de considerar los asuntos de la UAEM como algo lejano y ajeno a la sociedad estatal, contribuyeron a arraigar vicios como el de la ausencia de una verdadera rendición de cuentas y transparencia, facilitado por la falta de una instancia independiente para fiscalizar el ejercicio del presupuesto.
La situación cambió en el último cuatrimestre del año pasado, con la creación del Órgano Interno de Control, cuyo titular no fue designado ya por el grupo en el poder universitario, ni para cumplir formalmente con el requisito de la fiscalización, sino por la representación popular del Estado, para una fiscalización efectiva.
Puede hacerla, porque fue nombrada por un poder de origen popular, con todo lo que ello implica en término de libertad de su titular para hacer realidad la transparencia y auténtica rendición de cuentas, pues no debe el cargo a los grupos de interés que existen y actúan al interior de la Máxima Casa de Estudios mexiquense, única oportunidad que tienen los jóvenes de familias de bajos ingresos de cursar estudios superiores.
La correcta, eficaz y honesta aplicación de los fondos de la institución tiene una importancia de primer orden, no suficientemente percibida, ni valorada, pues el cumplimiento de los programas académicos, la expansión de la matrícula, mayor cobertura territorial de la UAEM e incremento en la planta docente dependen de los montos presupuestales, pero también de su uso eficaz. Es indispensable igualmente para una exitosa gestión de mayores subsidios y apoyos extraordinarios.
En estas circunstancias, el flamante Órgano Interno de Control adquiere una importancia estratégica, y si el rector Barrera Díaz tiene interés, preocupación y se ocupa de desterrar viejos vicios que lastran a la institución, el OIC puede ser fundamental en el logro de esos objetivos. De verdad el inicio de una nueva época para la UAEM puede dejar de ser una frase hecha; sobre todo, si privilegia los intereses de la institución, no de grupos.