De la Redacción
Resultó excesiva la difusión que le dieron los grandes medios informativos impresos y electrónicos de cobertura nacional al incendio de la discoteca acapulqueña Baby ‘O, por donde pasaron y se divirtieron grandes personajes de la política, el cine, la industria, el comercio, la banca y hasta grandes narcotraficantes.
Las investigaciones no concluyen, pero muchos medios ya atribuyeron la autoría a la delincuencia organizada y sostienen que el móvil fue la exigencia de un pago de derecho de piso.
Parece poco probable este móvil, porque el lujoso centro recreativo llevaba cerrado 18 meses. No operaba por la pandemia. También sorprende que los incendiarios ingresaran por la parte trasera del inmueble, no por delante, por lo que no fueron registrados por las cámaras de videovigilancia al momento de llegar. De todos modos, fueron captados por las cámaras que funcionan en el interior.
El caso, ocurrido el día del cambio de alcaldesa de Acapulco, es presentado por los medios como prueba de la inseguridad púbica y violencia que padece Acapulco, cuando los datos estadísticos oficiales indican que estos problemas, incluyendo los homicidios intencionales han disminuido.
Por cierto, Eduardo Cérsarman, socio mayoritario del negocio, fue funcionario estatal en el gobierno de Alfredo del Mazo Gonzáelz. A pesar de tener ya mucho dinero, aceptó un cargo menor y fue buen servidor público. Ya tenía el Baby’O.