*A Sócrates Amado Campos Lemus señalaron de ser infiltrado de la DFS en el 68.
De la redacción
El mes pasado murió en Monterrey, Nuevo León, Sócrates Amado Campos Lemus, el más controvertido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, reprimido a sangre y fuego por los cuerpos de seguridad del Estado Mexicano durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz.
Fue detenido en Tlatelolco, después de la masacre, pocos días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de ese año, efectuados en la capital del país. Estuvo detenido en el Campo Militar Número 1, y fue ahí en donde se tejió su leyenda negra.
Otros líderes de esa lucha, quienes permanecían con los ojos vendados, revelaron después que reconocieron la voz de Campos Lemus cuando identificaba a sus compañeros. Les daba los nombres de cada uno, presumiblemente a agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política del régimen diazordacista, y a la cual, presuntamente, pertenecía.
Muchos años después, en uno de los gobiernos panistas, el ex dirigente estudiantil se convirtió en vocero de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), pero la publicación de una fotografía suya, tomada en un convivio, en donde aparecía sentado junto a uno de los cabecillas de un cartel de las drogas lo obligó a renunciar al cargo.
Llegó a colaborar en diarios y revistas de circulación nacional y se hizo de una radiodifusora, pero siempre lo persiguió la creencia de que estuvo al servicio del gobierno para espiar al movimiento estudiantil, disfrazado de representante de un plantel del Politécnico Nacional.
Uno de sus amigos, Alfredo Martínez, editor de una revista, lamentó la muerte de quien integró el Consejo General de Huelga (CNH) en 1968, en representación de la Escuela Superior de Economía del Politécnico Nacional, y criticó que fuera usado y traicionado por el grupo que encabezaba el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, en el marco de la lucha interna del PRI por la Candidatura presidencial.
Campos Lemus se presentaba como uno de los más combativos y radicales líderes estudiantiles, precisamente el comportamiento clásico atribuido a los infiltrados en las luchas populares, para destacar y ganarse la confianza de quienes los consideran compañeros.
Durante 53 años el recién fallecido dirigente estudiantil luchó por sacudirse la sospecha de que era policía infiltrado en el movimiento estudiantil del 68, pero fracasó en su intento. Haya sido o no agente de la temible Dirección Federal de Seguridad, en el mundo estudiantil eso quedó como verdad, y la leyenda negra lo siguió y permanecerá para siempre.
