Augusto L. Robles
Otra prueba más de la ingenuidad de Morena en territorio mexiquense al postular en 2018 para las alcaldías a enemigos de sus principios y objetivos estratégicos la constituye -además de los alcaldes que trabajaron mal, lo desprestigiaron y le ahuyentarle votos- el que los jefes de prensa de los ayuntamientos que estuvieron en su poder eran infiltrados.
Lo anterior se entiende mejor ahora que se comienzan a conocer los convenios o contratos que tenían con figuras abiertamente opositoras al proyecto de gobierno de la Cuarta Transformación; es decir, los pagos a periodistas que difamaban al Morena, al presidente López Obrador y a la 4T. Y no fueron pocos recursos.
Todavía más evidente resulta cuando se analiza lo que muchos de esos enlaces de prensa han hecho una vez terminados los trienios: aquellos que hace cuatro años trabajaban para otros poderes, como por ejemplo para el Ejecutivo estatal, han vuelto ya a sus cargos y, después de cumplir exitosamente su misión de dañar la imagen de Morena, en una muestra de profesionalismo sin precedente, no solo son bien recibidos tras haber estado en un proyecto totalmente opositor, sino algunos son vistos hasta como héroes por sus colegas.