EL COLIBRÍ QUE PASO DE CONSENTIDO
A TRAIDOR-CACIQUE, SEGÚN LOS NIÑOS
Se narró aquí de la enorme alegría de los niños por la presencia de un colibrí pequeño, que apareció en el patio trasero de su casa y se quedó a vivir entre plantas y flores. El contento era justificado, pues pocas casas tienen la dicha de tener una de estas portentosas avecitas como residente. Le pusieron por nombre “venus”.
La preocupación de los menores era más bien la de si trataba de un colibrí en la última etapa de su vida, decidida a morir en la parte posterior de la vivienda. No les gustaba esta posibilidad. Se encariñaron con él. Por eso se pusieron tristes cuando después de varios meses inexplicablemente para ellos abandonó su refugio
Fue entonces cuando los niños lo calificaron de “traidor”, aunque les angustiaba la posibilidad de que hubiera abandonado su sitio para ir a terminar sus días en el bosquecillo cercano, de donde seguramente llegó a la casa e inteligentemente se quedó a vivir, aprovechando la existencia de flores. Las libaba y luego se posaba en un tendedero de ropa y así se la pasaba, entre las flores y el laso.
Por eso no entendían que hubiera decidido irse. Y por eso también le apodaron “el colibrí traidor”. Su condición de niños no le permitía entender que más que traidor, la avecilla era “desagradecido”, porque no habría valorado lo mucho que era apreciado por los pequeños.
Varias semanas después el “traidor” regresó y retomó su rutina laso-flores, flores-laso durante todo el día. Había crecido ligeramente y el color de su plumaje era más brillante, más intenso. El colibrí “venus” era más hermoso, lo que se podía apreciar cuando desplegaba sus alas y se sostenía en el aire para obtener el néctar de las flores. Y no se diga cuando volaba en reversa.
Los pequeños no se entusiasmaban mucho con la posibilidad de que la estancia ahora sí fuera definitiva, después de su inexplicable huida, porque no había recibido mal trato, ni le faltaban flores para alimentarse de lo único que consumen.
A pesar de su corta edad, los niños observaron una conducta anormal o inusual del colibrí: le dio por sentarse en la rama de una de las plantas del pequeño, pero florido jardín. Se alimentaba, y en lugar de irse al tendedero, como antes, se iba a una de las ramas de un pequeño árbol. Esa era su nueva rutina.
Más sorprendidos quedaron cuando después de unas semanas percibieron que en realidad había escogido el nuevo escondite para camuflajearse y, en una especie de emboscada, desde ahí salir disparado cuando otro colibrí llegaba al patio trasero del inmueble. Lo perseguía, lo hacía huir, inclusive aunque fueron dos colibríes y más grandes, dentro de su pequeñez característica.
No actuaba así en su primera etapa de su estancia en la casa. Entonces era indiferente a la presencia de otros colibríes. No se metía con ellos, que se estaban unos breves segundos y luego lo dejaban solo. Tampoco lo agredían. Ahora era distinto. Se volvió rijoso, y por eso los pequeños lo rebautizaron: ahora con el nombre de “colibrí cacique”. Y a los otros los apodaron “colibríes tontos”, porque aun siendo dos o tres, y más grandes, le temen al “colibrí cacique” más pequeño.