*Los inconformes no presentan demandas estudiantiles, ni violaciones a normas.
De la redacción
La designación de José Antonio Romero Tellaeche como director del Centro de Investigación y Docencia (CIDE) generó un movimiento de inconformidad, cuyas demandas estudiantiles se desconocen, porque nadie se preocupa por difundirlas, al grado de que la opinión pública solamente sabe que no quieren al designado, pero no entiende por qué.
No lo acusan de incompetente académicamente, corrupto o irresponsable. Tampoco cuestionan que haya sido nombrado con violaciones al Estatuto de la institución académica, ubicada en la carretera libre México-Toluca, en la parte alta norte de San Fe, ni que desconozca la institución, pues fue uno de los primeros egresados de la maestría del Centro y ha impartido cátedra ahí mismo, además de tener un doctorado por la Universidad de Texas.
Los enterados sostienen que los intereses creados en el CIDE se irritaron por el anuncio de Romero Tellaeche de que se terminaría con la opacidad en el manejo y distribución del presupuesto, que impulsaría una mayor pluralidad, para que no domine el pensamiento neoliberal. Además, ofreció suprimir las cuotas de colegiaturas (unos 230 mil pesos por la carrera), lo cual debió entusiasmar a los alumnos, en lugar de irritarlos.
Los grandes medios informativos, sus columnistas, articulistas y editorialistas, como Sergio Aguayo, Denise Dresser, Javier Sicilia, el exdirector y foxista-calderonista Carlos Elizondo, opositores a López Obrador, difunden con desmesura que estamos ante la gestación de un nuevo 2 de octubre; que el presidente Andrés Manuel López Obrador nombró al nuevo director y, en el caso del poeta, compara al mandatario con Hitler, lo cual es simplemente demencial.
El CIDE es una institución académica de excelencia, pero tiene una matrícula de sólo centenares de alumnos de licenciaturas, maestrías y doctorados, y no puede equipararse con los ciento de miles de estudiantes de instituciones públicas autónomas de estudios superiores que participaron en las luchas juveniles por la democracia y contra la represión, libertades de presos políticos. Fueron aplastadas a sangre y fuego en Tlatelolco el 2 de 1968 por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
Otra gran diferencia consiste en que el CIDE es una institución académica no autónoma. Depende del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), y el nombramiento de su director lo hace quien ocupe en cada momento la titularidad de éste. Por ello esa facultad la ejerció María Elena Álvarez-Buylla Roces. Los ahora inconformes no registraron candidato.
Si la opinión pública no conoce las demandas de los alumnos y docentes del CIDE, menos enterada el origen del problema: se trató de un proceso de designación, que incluyó una auscultación entre alumnos y una evaluación académica y de plan de trabajo de un comité externo, previsto por la norma interna aplicable, que consideró más idóneo a Romero Tellaeche que a Vidal Llerena, quien tiene más un perfil político que académico, pues fue diputado federal y alcalde de Azcapotzalco, por el PAN y funcionario de la Secretaría de la Función Pública en el gobierno de Vicente Fox. Los dos eran externos, porque no formaban parte de la planta académica del Centro, pero este tipo de candidatos lo permite el Estatuto.