LIBERTAD DE EXPRESIÓN, PODER PÚBLICO, DERECHO
DE RÉPLICA, ÉTICA Y TOLERANCIA ANTE LA MENTIRA
MAXIMILIANO CASTILLO R.
Los presidentes de la República son muy poderosos, aun los de poco respaldo popular, como fue el caso de Enrique Peña Nieto. La situación es más notoria en la situación de Andrés Manuel López Obrador, que ganó el cargo con más de 30 millones de votos, para imponer un record en la materia.
Logró imponerse no sólo a sus adversarios y a los partidos que los postularon, sino también a casi todos los medios informativos, periodistas, intelectuales y a la ultraderecha empresarial. En tres elecciones presidenciales el tabasqueño acumuló más de 60 millones de votos, como en las páginas de “El Espectador” se ha destacado. Además, ahora tiene más respaldo popular que cuando ganó el cargo, en junio de 2018.
Desde estas condiciones objetivas debe examinarse la relación del mandatario con los dueños de los grandes medios informativos, sus editorialistas, articulistas, columnistas famosos, que siguen comportándose como sus adversarios, porque les suprimió la entrega de dinero y afectó los poderosos intereses económicos, la verdadera razón de su enojo y ataques al mandatario.
El presidente, a diferencia de sus antecesores, no cede a las presiones de la llamada genéricamente “prensa”, y por si fuera poco, entregó información al INAI sobre lo que cobraban mensualmente a la presidencia de la República famosos periodistas, cuyo mayor monto millonario lo recibía Joaquín López Dóriga, además de los 10 mil millones de pesos que le facturaban anualmente los dueños de los medios informativos, más una suma igual en efectivo, sin comprobantes fiscales.
Los propietarios de medios impresos, electrónicos y digitales también recibían prebendas en especie, que consistían en ranchos, mansiones, yates y jets decomisados a los grandes narcotraficantes, lo cual ya no reciben, porque ahora terminan en el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado.
En este nuevo contexto se da la relación presidente-medios informativos y se ejerce la libertad de expresión, que existe de verdad ahora, como cualquiera puede verificarlo con sólo leer periódicos, escuchar noticieros de radio y televisión. Hay crítica fundada, pero forma minoría frente a los ataques basados en mentiras, calumnias, insultos, afán de desprestigiar, debilitar y doblegar al mandatario.
Este desnuda y desmiente las mentiras, pero es acusado de utilizar su fuerza institucional en contra de sus detractores directos. Y esto es lo que debe examinarse. Es decir, si calumnian al poderoso gobernante y éste los desmiente ¿es represión a la libertad de expresión? o si por ser poderoso ¿el presidente debe dejar que se le calumnie, difame, insulte y se le ataque con mentiras?. Para ser tolerante ¿debe permanecer callado cuando hay campañas mediáticas coordinadas en su contra, sin sustento?
¿Es ético que un periodista, además de cobrar en su medio reciba dinero del erario? ¿No se afecta el derecho constitucional de la población a estar bien informada cuando se difunden mentiras y análisis periodísticos basados en esas mentiras? ¿Es socialmente útil que los dueños de los medios amasen enormes fortunas con dinero público?. Esto es lo que debe debatirse, pero no hacen los medios informativos