De la Redacción
El Estado de México, la entidad más poblada del país, continúa con una baja aportación al producto interno bruto (PIB) nacional; es decir, al valor total de los bienes y servicios que se producen cada año en todo el país, lo cual explica en parte las severas condiciones de pobreza padecidas en extensas regiones y zonas del territorio estatal.
En su mensaje de ayer, pronunciado en la ceremonia del 198 aniversario de la fundación de la entidad mexiquense, en la cual también se entregó a 17 personas, instituciones y organizaciones la presea “Estado de México”, el gobernador Alfredo del Mazo expuso esta dura realidad, pero sin examinarla ni ubicarla en su justa dimensión.
Informó que el Estado aporta el 10 por ciento al PIB nacional, en tanto que su población equivale al 14 por ciento de la total de la República; es decir, la productividad promedio por mexiquense no se corresponde con el peso demográfico de la entidad, es inferior en un 40 por ciento a la media de cada mexicano.
Para que la aportación del Estado de México al PIB Nacional se correspondiera con el peso de su población respecto a la del país, se necesita un aumento de la productividad del 40 por ciento. Y por la forma en que el gobernador del Mazo se refirió al tema, parece que no hay plena conciencia de lo que los datos reflejan, pues no se abordó como un problema, que lo es, sino solo como contexto en su mensaje.
La perdida de competitividad de la entidad, el desmantelamiento de la planta fabril y el continuo crecimiento de la población -aunque de acuerdo con el último Censo de Inegi, éste se desaceleró- generan un escenario económico adverso para los mexiquenses, una situación que necesita atención especial y planes y programas específicos para solucionarla, pero antes que nada necesita el reconocimiento de la misma, lo cual no ha sucedido. Sin reconocer que se tiene un problema, éste nunca se solucionará.