*Pasó casi desapercibido el aniversario número cien de Pablo González Casanova.
De la redacción
El mexiquense Pablo González Casanova, uno de los más grandes pensadores mexicanos vivos, cumplió cien años de vida el pasado mes. El acontecimiento pasó casi desapercibido para las autoridades estatales.
No se le festejó como debía ser, a pesar la relevancia intelectual del oriundo de esta capital del Estado, cuya aportación al estudio de la historia de la democracia y de la caracterísca del sistema político mexicano es fundamental para conocer estos temas.
Pablo González Casanova sería orgullo para cualquier otra entidad federativa, pero su valía no es reconocida en su verdadera dimensión por el mundo institucional mexiquense, ni por los partidos políticos.
El personaje, uno de los pocos intelectuales de verdad, nació el 11 de febrero de 1922, en una época convulsa del país, por las intrigas y ambiciones de poder y riqueza de los generales sonorenses triunfadores de la lucha revolucionaria.
En un trabajo muy bien documentado, publicado en el suplemento cultural de “La Jornada” del 6 de febrero, Alberto Saladino García, académico e investigador de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), se refirió a la dimensión intelectual de González Casanova.
Hombre de una sólida formación académica y estudios de posgrado en ciencias sociales en el país y el extranjero, libremente decidió ubicarse en el lado de quienes luchan por causas populares.
Su trabajo de investigación produjo una larga serie de libros fundamentales para conocer la realidad política e institucional de México, de los cuales “La Democracia en México”, publicada en 1965 es de lectura obligada para quienes deciden dedicarse a las ciencias sociales y a estudiar el sistema de partidos en México.
En su artículo sobre el pensador que nació en la Hacienda de Doña Rosa, Saladino García habla de la sólida formación de González Casanova, quien asimiló muy bien los conocimientos impartidos por intelectuales de la talla de Silvio Zavala y Alfonso Reyes, en el Colegio de México.
En su vida académica ocupó el cargo de rector de la UNAM, en donde vivió momentos difíciles y de provocación, como la toma de Rectoría por dos provocadores: Miguel Castro Bustos y Mario Falcón, en julio de 1972, presumiblemente financiados por políticos priistas, con el pretexto de buscar el pase automático a la Facultad de Derecho de egresados de escuelas normales.
Le correspondió condenar el “halconazo” de junio de 1971, enfrentar la malquerencia del gobierno de Luis Echeverría y el movimiento de huelga del naciente sindicalismo universitario, por lo que renunció en noviembre de 1972, para dedicarse a la investigación y reflexión sobre temas políticos y de democracia. Su siglo de vida y su valía como intelectual pasó desapercibida en su tierra.