De la Redacción
El brutal homicidio del adolescente Hugo, irritó al país entero y unificó la exigencia de justicia. La solidaridad con el sufrimiento de la familia también fue enorme, ante su dolor, públicamente exhibido en los medios. Por ello mismo no se reflexionó sobre el importante mensaje que el condenable hecho contuvo: evidenció el gran riesgo que corren los adolescentes ante el más mínimo descuido de los padres.
No se trata de culpar a los padres en general, ni mucho menos de revictimizar a los de Hugo, sino de ocupar este lamentable caso para analizar la conjugación de riesgos que en este caso resultaron mortales para el menor, para que todos los padres con hijos adolescentes puedan protegerlos mejor. El menor de edad fue a un fiesta clandestina, donde había alcohol y drogas, lo cual ya la convierte en una situación de riesgo. Si sus padres le dieron permiso, no percibieron el peligro al cual lo exponían en esa reunión clandestina en un municipio distante de su domicilio, pues tuvo que trasladarse 31 kilómetros por una carretera también riesgosa, y más de noche.
El crimen fue cometido en la madrugada, alrededor de las dos de la mañana y, aun cuando se llamó a los servicios de urgencia, ante lo remoto del sitio de la fiesta y lo difícil del camino, la ambulancia demoró demasiado en llegar y nada pudieron hacer ya por salvar al adolescente. En la fiesta, por clandestina, no había ningún servicio de protección civil ni personal médico, ni siquiera botiquín al parecer, tampoco elementos de seguridad pública..
Lo ideal sería que nadie corriera riesgos de sufrir una agresión mortal y, menos, un adolescente, pero ante la inseguridad pública, los padres deben proteger mejor a sus hijos. Ante el dolor de los familiares puede considerarse inoportuna una reflexión así, pero precisamente por lo ocurrido es necesario que se eviten las condiciones de riesgo, a fin de que no vuelva a repetirse otro caso igual.