De la Redacción
No sorprendió la clara victoria de Emmanuel Macron en su reelección de ayer en Francia, pues llamaron a votar por él desde los comunistas hasta los conservadores moderados y socialistas, además de su partido “República en Marcha”, pero a los demócratas de toda Europa y de este lado del Atlántico les preocupa el gran crecimiento de la ultraderecha, del pensamiento nazista y fascista, y del racismo en un país considerado ejemplo y cuna de la democracia moderna.
Marine Le Pen, la adversaria de Macron y representante de la ultraderecha francesa, alcanzó entre el 41 y el 42 por ciento de la votación, por aproximadamente el 58 por ciento de Macron; es decir, hubo una diferencia de 16 puntos porcentuales en favor y para ventaja del mandatario francés.
No obstante, en la primera edición del encuentro entre estos personajes, en 2017, Le Pen -apoyada por los grupos de extrema derecha francesa y de toda Europa- obtuvo poco más de una tercera parte de los votos, 33.9 puntos porcentuales para ser más exactos, y ahora su postura política avanzó, cuando se suponía que retrocedería.
En este sentido, Macron y su gobierno deberán atender las causa que originaron ese retroceso en la preferencia electoral, pero sobre todo las circunstancias que han hecho posible un avance tan marcado de la extrema derecha. La propia candidata derrotada considera un gran triunfo el haber aumentado casi un 25 por ciento las preferencias electorales.
El avance del pensamiento radical de derecha en la cuna de la democracia moderna y en una nación emblema del pensamiento liberal es, sin duda, motivo de preocupación para el bloque europeo.