De la Redacción
La clase de oposición que existe no le conviene al país. Es débil, agresiva y obstruccionista, cuando debería distinguirse por propuestas mejores que las del gobierno del presidente López Obrador, y críticas con bases al actuar de las autoridades, no inventarle errores, negar los propios y basar sus estrategias en la manipulación de la opinión pública, pues ya se vio que la población no se deja engañar, y lo prueba el alto respaldo popular del mandatario.
Sus argumentos, como el de la senadora Kenia López, del PAN, quien advirtió que el presidente le iba a cambiar el color turquesa al caribe mexicano, especialmente al mar de Quintana Roo. También insisten desde enero del 2019 que el lópezobradorismo está destruyendo al país, lo cual no se ve por ninguna parte.
El dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, el crítico más furibundo de los programas sociales, los cuales califica de electoreros, y llama populista al presidente de la República, ha propuesto -como diría el clásico “paradójico y contradictorio”- que el gobierno dote gratuitamente de paneles solares a todas las familias pobres; es decir, el más crítico del inexistente populismo propone un programa no solo populista, sino irracional.
México requiere de una oposición fuerte, con un programa de trabajo viable, que le permita crecer y aportar al país con sus críticas fundadas a los actos gubernamentales que perjudiquen a la mayoría de los mexicanos.
Ese tipo de oposición no se hace, y por eso tampoco crece el respaldo a los partidos adversarios a la 4T, a pesar de que disponen del abierto respaldo de casi todos los grandes medios informativos de cobertura nacional, lo cual nunca tuvieron los partidos de izquierda mientras fueron opositores.