*La mayor parte de los partidos son malos, sin calidad, con jugadores negligentes.
De la redacción
El club que gane el actual torneo de la Liga MX festejará en grande. Desde el punto de vista de sus intereses tendrá razón, por alcanzar el objetivo de obtener el título; no obstante, dueños de equipos, directivos, técnicos, medios informativos, cronistas y afición en general, deben reflexionar con sentido autocrítico sobre la calidad de las competencias desde hace muchos campeonatos.
Los buenos partidos fueron escasos durante la fase regular de la competencia. Abundaron, en cambio, los jugados con deficiencias técnicas, tácticas, pero sobre todo, con negligencia, sin pasión, ni enjundia. El país merece un futbol de mayor calidad; sobre todo, porque aquí se paga bien a los jugadores.
Mejoraron mucho los partidos del repechaje y los de liguilla, prueba de que pueden ofrecer juegos de mayor calidad o pueden hacerlo al menos los equipos que tienen buenos jugadores y que en el actual campeonato en fase final, con excepción de Atlas y Pachuca, no se desempeñaron como podían.
Los casos de actuaciones decepcionantes fueron muchos, pero los más notables fueron los de Rayados de Monterrey, León y Santos, porque pudieron dar más y no lo hicieron, que no llegaron ni al repechaje o lo perdieron.
Otros malos equipos fueron Chivas, Pumas y Toluca, pero su situación se explica por la ausencia de jugadores de alto nivel. Se salvan do o tres, pero nada más, y con ese número de buenos futbolistas no puede aspirarse a ganar títulos.
Lo peor es el desgano con que se desempeñan en la cancha, como si los hubieran convertido en futbolista a fuerza. No hay vehemencia. No dejan en la cancha hasta la última gota de sudor. Las excepciones a este comportamiento son, precisamente, eso, lo que es imposible ver en las ligas europeas, ni en las más modestas.
La mayoría de los partidos se caracterizaron por fallas increíbles de los delanteros frente a las porterías rivales, los grandes errores de la defensa, los pases equivocados, la entrega de balones y esa propensión a entregarle el balón al compañero que está bien marcado y no a quien está libre.
Millones de aficionados presenciaron la final de la Copa de Inglaterra entre el Liverpool y el Chelsea, en el cual se fallaron muchos goles, pero el balón pasaba a centímetros de los postes o el larguero.
En México la pelota sale desviada diez metros o elevada 7 metros, al grado de que al presenciar esas deficiencias surge la pregunta de si estamos presenciando a un jugador profesional de primera división o a algún obrero o campesino, aficionado al basquetbol, pero disfrazado de futbolista, porque ya ni un jugador llanero juega así de mal.
No son pocos los integrantes de los equipos que en todo el torneo no adquirieron buena condición física, como si sus clubes no tuvieran un acondicionador físico que conozca su función y responsabilidad de cuidar este aspecto importante.