De la Redacción
Es tanto el daño que la delincuencia organizada le ha causado a la sociedad, que la muerte de 12 presuntos criminales en Texcaltitlán recibió la aprobación y hasta el entusiasmo unánime de todos los que opinaron sobre el acontecimiento de la semana pasada.
Lejos de criticar el operativo, o juzgar el resultado del mismo, el contexto de violencia que se vive en la zona y los antecedentes de ataques mortales contra las fuerzas del orden, combinados con la aparente impunidad de la cual gozaban los presuntos criminales, habían generado en la opinión pública e incluso en los medios un sentimiento de solución urgente a los agravios contra la sociedad.
Y si el visto bueno lo dieron habitantes de latitudes lejanas al camino en donde se dio la balacera, ya es de imaginar lo que piensa la población del sur mexiquense, directamente afectada por las actividades delictivas del grupo abatido.
Los grupos dedicados a delinquir en la zona (extorsiones, secuestros, cobro de derechos de piso, norcomenudeo, etc.) son vulnerables ante la acción de las fuerzas de seguridad porque, a diferencia de los criminales de antes, del tipo “Chapo” Guzmán, estos agravian al entorno social en donde actúan, y carecen de bases sociales; al contrario, en esas comunidades son bien vistos los operativos, sobre todo cuando arrojan resultados permanentes.