De la redacción
Parece de locura la iniciativa de Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, de modificar la Ley de Armas para permitir que la población se arme. El rechazo de sus aliados hace inviable su propuesta, pero ahí queda su intención irreflexiva de permitir que los mexicanos posean armas de alto poder en su domicilio.
Nada más es de imaginar qué ocurrirá cuando los vecinos armados tuvieran conflicto por lo que hacen los perros, por los cajones de estacionamiento, y por límites de sus predios, por herencias y hasta por simple antipatía entre ellos y, peor aún, con unas copas entre pecho y espadas. Además, armas de grueso calibre sólo podrían adquirir las familias de altos ingresos, porque son caras, y 70 por ciento de las familias mexicanas son pobres y no tienen ingresos ni para alimentarse bien, por lo que seguirían desarmadas, aun con una ley que permitiera hacerlo, en una brecha social más.
Parece que el cuestionado dirigente del PRI nacional no ha leído las noticias sobre lo que pasó en una escuela del Estado de Texas, donde está permitido poseer armas. Por cierto en sus razonamientos para justificar su iniciativa mintió. Dijo que en México diariamente asesinan a centenares de personas; es decir, 200 o 300 cada 24 horas.
Las muertes violentas intencionales son muchas y preocupan, inclusive aunque fuera una sola, pero son en promedio 84 al día, no 300. Esta visión alterada de la realidad explica por qué el PRI perdió en 12 meses las 10 gubernaturas que puso en juego, y que en Quintana Roo este mes no haya alcanzado ni el 3 por ciento de la votación, para tener derecho a recibir prerrogativas estatales.
En contra de su propuesta se pronunciaron por igual aliados del PRI y sus detractores, restándole capital político dentro y fuera del partido, en momentos cuando busca y necesita hacerse del mayor apoyo posible. Al final, la propuesta de armar al pueblo le resulto un balaso en el pie para sus ambiciones políticas personales.
