*Aun fallecido, se expresaron duras críticas a su desempeño como presidente.
De la redacción
En el espectro ideológico mexicano, y como caso único en los últimos 50 años, el expresidente Luis Echeverría Álvarez concitó el rechazo, rencor y odio de la izquierda y de la ultraderecha empresarial y la derecha partidista, todos por igual, de acuerdo con un recuento de “El Espectador” a lo que se publicó después de su fallecimiento y a lo que se sabe de su sexenio.
Hombre de claroscuro, a 46 años de haber dejado el cargo, el exmandatario, es presentado también como ejemplo acabado de corrupción, cuando la que existió en su gobierno fue juego de niños comparada con los saqueos de los gobiernos neoliberales, especialmente las de Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.
Su muerte, a pocos meses de haber cumplido cien años (nació el 17 de enero de 1922), revivió la serie de críticas. No se escucharon voces en su defensa abierta, sino sólo las opiniones de sus detractores, de izquierda y derecha.
El exmandatario recibió la presidencia de la República el primer de diciembre de 1970 de manos de Gustavo Díaz Ordaz y la dejó en las de José López Portillo, el primero de diciembre de 1976.
Entre las manchas indelebles que el exgobernante cargó en su vida y que no desaparecerán destacan las matanzas de estudiantes en 1968, aunque fue acusado y exonerado de ese crimen; y la del 10 de junio de 1971, en la zona de San Cosme, ambas en lo que fuera el Distrito Federal, ahora Ciudad de México.
En su sexenio se llevó a cabo la llamada “guerra sucia”, con una sanguinaria represión a los movimientos guerrilleros rurales y urbanos. Fueron asesinados los jefes guerrilleros Lucio Cabaña Barrientos y Genaro Vázquez Rojas y liquidado el movimiento armado conocido como “Liga Comunista 23 de Septiembre”.
Al mismo tiempo, su gobierno abrió la posibilidad de la lucha pacífica por el poder, con la llamada “Apertura democrática”, facilitando la creación de partidos políticos, la amnistía a los presos políticos y el regreso de los exiliados.
En el plano internacional, no mantuvo relaciones diplomáticas con los gobiernos dictatoriales español de Franco y rompió vínculos con el chileno de Pinochet. Estableció relaciones con China y protegió a los asilados y perseguidos de los gobiernos gorilas del cono sur del continente, además de protestar por el despojo de territorios palestinos por Israel y las masacres a los dueños de esas tierras.
Impulsó la unidad de los pueblos del tercer mundo y la declaración de las 200 millas marinas como parte del territorio nacional. Antes eran sólo 12 millas. No obstante, generó rencores que no desaparecieron ni con su muerte. La derecha no le perdona las expropiaciones de latifundios, especialmente los del Valle del Yaki, en Sonora, ni la muerte de Eugenio Garza Sada, líder del grupo Monterrey, por guerrilleros.