De la Redacción
El “destape” de Enrique Vargas del Villar para la candidatura del PAN a gobernador mexiquense, por cuenta del dirigente nacional de ese partido, Marko Cortés; y el anuncio del diputado perredista Omar Ortega, de que buscará también la postulación de su organización política para el mismo cargo, forman parte de las estrategias de ambos partidos para presionar al PRI, el principal partido de la alianza “Va por México” a formalizar esa coalición.
El panisno sabe que con su clientela electoral integrada por poco más de 800 mil votantes no tiene posibilidades reales de ganar una elección, y menos con un político rijoso, sin arraigo popular fuera de Huixquilucan, como Vargas del Villar. Y también es consciente de que el priismo no le cederá la candidatura, porque es gobierno en el Estado y en el último proceso logró una votación del doble que la blanquiazul
Poco más de 820 mil votos de una lista nominal mexiquense de aproximadamente 12.5 millones de ciudadanos no son nada como para intentar siquiera ganar la gubernatura, pero busca lograr compromisos de cargos públicos en caso que el PRI mantenga la gubernatura el próximo año, con la alianza “Va por México”, y hay quien especula incluso que también está sobre la mesa un acuerdo para mantener los enclaves panistas, el antes conocido corredor azul, más allá de 2024 sin importar el resultado de la elección estatal ni de la federal.
Tampoco es difícil inferir que el PRD busca algo parecido, porque su votación en el Estado de México con dificultades superó el 3.0 por ciento de la votación total, y sostener que sin la alianza puede ganar, es ficción pura.
En un escenario donde los tres partidos se necesitan para sobrevivir más allá del 2023, y ya no se diga para llegar con alguna posibilidad de mantener o acrecentar su presencia en alcaldías y diputaciones en 2024, una ruptura real significaría un suicidio político.