De la Redacción
Ayer comenzó una etapa histórica para Colombia. Asumió la presidencia Gustavo Petro, el primer militante de izquierda que gana el cargo en un país que padece violencia política desde hace más de medio siglo, y sufre alto niveles de pobreza y concentración de la riqueza, con una poderosa oligarquía con base social y grupos paramilitares perpetrando ejecuciones de líderes sociales y de ex guerrilleros que abandonaron la lucha armada para desarrollar actividades políticas por la vía electoral.
Colombia es una nación también con problemas de violaciones a los derechos humanos. Tan sólo el Ejército ha asesinado a cientos o tal vez miles de campesinos pacíficos, a quienes después de muertos disfrazó de guerrilleros, para cobrar las recompensas que el gobierno federal ofrecía por cada rebelde aniquilado. Lo hicieron con tanta saña y torpeza, que los presuntos muertos en combate tenían la ropa sin una gota de sangre.
El gobierno de Iván Duque estaba convertido, además, en el principal peón de los intereses de Estados Unidos en Sudamérica, especialmente en su estrategia para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, de Venezuela. Duque, ahora expresidente, rompió relaciones diplomática con Maduro, las cuales se reanudaron ya, según anunció Gustavo Petro.
México estuvo representado en la toma de posesión por el canciller Marcelo Ebrad, quien realiza una gira por países de esa región, ahora con un notable número de gobiernos de corte izquierdistas, nacionalistas o progresistas.
